He tenido la oportunidad de ver parte de la recogida de pistachos en las tierras de mis amigos, la familia Chacón & Barrajón.
Es el momento en el que se recoge el esfuerzo de 365 días de trabajo, y no lo digo en sentido figurado, porque allí se trabajan todos los días del año, desde el amanecer hasta el anochecer, y algunas veces, durante la noche con los focos de los tractores y el resto de maquinaria.
Todos los esfuerzos y los desvelos, los miedos al pedrisco, a las heladas, a las plagas, culminan y se olvidan cuando la cosecha es buena y ofrece sus ubres henchidas.
Los atributos del caballo de Espartero parecen insignificantes ante este hombre que, siempre enfundado en su mono de trabajo, destripa los terrones con metódica tozudez y poda sus árboles, los riega, los abona y los mima como si de su propia sangre fueran. Yo sospecho que también habla con ellos y les susurra cerca del tronco sus inquietudes y preocupaciones.
Y de ella que puedo decir, la he visto con su cuadrilla de injertadores, soportando el rigor de los más de 40 grados al sol en terrenos difíciles de caminar y plagados de avispas. No se si Espartero tuvo yegua, pero tendría similar tamaño de ovarios.
Esta familia es “economía real”, productiva, basada en el esfuerzo, el tesón y el trabajo bien hecho, generando escuela porque, además, han educado a sus hijos en el esfuerzo y el amor por sus tierras. Todo eso lo he visto yo con mis propios ojos y en muchas ocasiones.
Lo que no he visto todavía es lo que escuché al Consejero de Agricultura de la Comunidad de Castilla La Mancha cuando hablaba de los apoyos incondicionales a los agricultores castellanos manchegos en general y en particular a los que han sido pioneros en España del cultivo del pistacho.
No solo no he visto ningún tipo de apoyo, sino más bien palos en las ruedas con exigencias burocráticas que se encuentran muy lejos del alcance de un agricultor, sin apoyos en los responsables del agua, en información sobre posibles mejoras en los cultivos. A ninguno de ellos me los he encontrado ni a pleno sol, ni bajo la lluvia o el hielo, es más, a ninguno me los he encontrado en el campo.
A pesar de su soledad, de pelear contra gigantes y tener que alimentar a esa nube de funcionarios que, como los pulgones, chupan la savia de las plantas, ahí están, generando valor y aportando riqueza a la sociedad.
Por ello tenéis mi admiración y respeto. Por muchos años.
He estado leyendo algunas sentencias recientes de nuestros tribunales:
Asesinato, con alevosía y tenencia ilícita de armas.
Otro asesinato con profanación de cadáveres y alevosía.
Atraco en establecimiento comercial con arma de fuego
Robo con violencia, intimidación en las personas y detención ilegal
Y en ningún caso he apreciado que los jueces tuvieran una participación afectiva hacia los delincuentes ni siquiera la intención de comprender sus sentimientos y emociones.
Tampoco he observado ningún sentimiento de emoción ni compasión hacia los individuos e individuas que juzgaban.
¿pero qué está pasando en nuestra Justicia?, ¿acaso no existe en el programa de oposiciones a Juez asignaturas donde se les enseñe empatía o sensibilidad?
Seguramente este aspecto tiene que formar parte de las reformas que están pendientes en nuestro Sistema Judicial, pero mientras tanto, los que imparten justicia deberían ir aprendiendo de nuestro querido y nunca bien ponderado Presidente del Gobierno.
Ayer Pedro Sánchez de nuevo nos deleitó hablando de los presos del “mal llamado Procés” y mantuvo su «compromiso» de «revisar» el delito de sedición en el Código Penal al tiempo que pedía que sintiéramos empatía y sensibilidad.
Todo ello, mientras habla de reforzamiento institucional del Estado y la despolitización del Poder Judicial. ¡¡Toma ya!!
Sr. Sánchez, ¿porqué hay que tener empatía y sensibilidad con los condenados en el proceso catalán y no por el resto de delincuentes?, ¿porqué va a revisar el delito de sedición en el Código Penal y no otros delitos.?
La cosa está clara, Judas Iscariote fue recompensado por su traición con treinta piezas de plata y usted espera ser recompensado con el puñado de votos que necesita para seguir obteniendo beneficios para sus intereses personales en perjuicio de la ciudadanía.
… y digo yo, pero qué tipo de vacuna nos quieren poner si el virus Sars Cov 2 aun no se ha aislado, como ha manifestado la OMS y los propios científicos de Wuhan, por que ambos han reconocido que no se han seguido los postulados de Koch.
Si una vacuna, como todos sabemos, se obtiene con la muerte o atenuación del virus, ¿de dónde han sacado el virus.?
Es cierto que parece que se conoce la secuencia del ARN y nos quieren hacer un virus artificial, que inoculado en nuestro organismo podemos correr el peligro de cambiar nuestra genética y de “desinmunizarse” de otras enfermedades, por lo tanto, por favor. no llamen a esto vacuna, busquen otro nombre y no engañen a la gente llana.
Desde luego lo más cierto de toda esta pandemia es que es un caos total. ¿Por qué después de casi un año de convivencia con el Sars Cov 2 no se sabe nada o muy poco sobre él.? Los científicos con su mejor voluntad buscan soluciones alocadamente y muchas veces en clara oposición a otros con la misma buena voluntad, no digamos ya de los científicos politizados, los propios políticos o periodistas amantes del morbo de la noticia.
Todo esto genera una total desconfianza en la sociedad que hace aparecer a los “negacionistas” con la misma buena voluntad que los “afirmacionistas”.
Porqué no se crea un gabinete de científicos a nivel mundial que son los únicos que nos pueden sacar de este incertidumbre y dejar a los políticos únicamente para organizar este gran congreso y para ejecutar las definitiva y certera opinión sobre la pandemia o… ¿acaso, es que los políticos o esa “mano negra” que gira sobre nosotros no quieren dejar de manipular el orden mundial?
Pedro Sánchez, arropado por buena parte de sus ministros, ha reunido este lunes en la Casa de América, para mayor gloria del convocante, a los representantes más importantes de las empresas españolas y ha pedido cohesión y el apoyo necesario para que su Gobierno pueda hacer frente a los «40 meses cruciales de legislatura» que le quedan por delante.
«Si España quiere, España puede», ha dicho el presidente antes de completar: «hemos de querer muchos si no todos, cuantos más, mejor» y en este sentido me llama mucho la atención que alguien que pide la unión de todos, no haya convocado a los representantes de las pymes que suponen casi 3 millones de empresas de aquellas que tienen hasta 250 trabajadores.
También ha prometido un plan de recuperación que impulsará un 2% el PIB. Yo voy a tratar de resumir todos y cada uno de los puntos y propuestas que lanza el ejecutivo para conseguir tal crecimiento:
NADA. Estoy con las declaraciones de Almeida: “España claro que puede, la pregunta es; ¿Pedro Sánchezpuede?”.
Ante el aumento sostenido de los casos de Covid-19 en los últimos días, las autoridades sanitarias españolas anunciaron la implementación de medidas como el cierre de bares y discotecas reducción del número máximo de personas en las reuniones. El incremento de nuestras cifras de contagio han llevado a que Alemania y otros países del entorno nos incluyeran en el listado de territorios de riesgo, y con ello, dándonos la puntilla en el tan necesario oxígeno por ingreso turístico.
A pesar de las cifras, pero sobre todo de su progresión geométrica, el Gobierno de Pedro Sánchez no considera que los nuevos focos puedan ser calificados como una “segunda ola”. Está claro que conducen mirando al capó del coche en lugar de ir con la mirada al frente previendo lo que puede suceder en la carretera.
La falta de previsión y de anticipación a los acontecimientos nos costó la vida de 45.000 españoles y la mayor crisis económica de nuestra historia tras la guerra civil. ¿estamos de nuevo ante una situación de “dejación” de Gobierno?.
Durante el estado de alarma y sus prórrogas hemos tenido comparecencia de los responsables hasta en la sopa, la mayor de las veces para decir cosas sin mucho fondo y de forma repetitiva o contradictoria entre ellos, en algunos casos, y después:……. La nada
Lo han dejado todo en manos de las Comunidades Autónomas y han desaparecido. No digo que no tengan merecidas unas vacaciones, pero desde la responsabilidad del seguimiento y la vigilancia de actuaciones a la que están obligados, además de la “estética” en su comportamiento que deben seguir los gobernantes, todo ha parecido excesivo.
El Ministro de Sanidad ha estado hasta hace muy poco ausente, el Ministro del interior también ha ignorado el «deficiente» control sanitario de las cientos de personas que están llegando a las costas de la comunidad procedentes del norte de África, la Ministra de Educación tiró la pelota sobre las CCAA, el Ministro de Universidades sigue desaparecido,… y así uno por uno todos los responsables de gobernar el día a día de este santo País.
Es cierto que están delegadas las competencias de la gestión en educación y sanidad, pero parece que este Gobierno olvida que lo que tienen las Comunidades es la gestión, pero no tienen capacidad legislativa. No somos todavía un estado confederal (del todo).
Pedro Sánchez prometió en abril reformar la Ley sanitaria y, además, ha tenido y sigue teniendo el ofrecimiento del principal partido de la oposición de sacar adelante un paquete de medidas legislativas para dotar a las administraciones de herramientas «eficaces y ágiles» para combatir la propagación del virus. Sin embargo, Sánchez sigue en sus treces de no pactar con la oposición y continuamos sin hacer los cambios legales que prometió en mayo y que podrían haber entrado en vigor este mismo agosto.
Mientras tanto, lo que tenemos son 17 protocolos distintos y condiciones desiguales para los ciudadanos en función del territorio, jueces que apoyan y otros que tumban las medidas que se adoptan, ciudadanos que cumplen y otros que no se enteran de sus obligaciones,…. Lo de siempre, un carajal de primera y algo parecido a una cosa de una señora que se llama Bernarda.
Mientras tanto, tenemos un virus que va creciendo en progresión geométrica.
En la educación, tres cuartos de lo mismo, improvisación, incertidumbre y caos. Se buscan responsables, pero no hay soluciones. La indignación en la comunidad educativa crece casi al mismo ritmo que el número de contagios en España por la ausencia de una hoja de ruta clara sobre cómo afrontar la reapertura de las aulas del curso 2020/2021 a poco más de una semana de su comienzo.
Es difícil entender que para atacar la pandemia se utilizara el recurso del estado de alarma (y sus posteriores prórrogas) y ahora, exactamente por el mismo motivo, el Gobierno argulle que deben ser las comunidades autónomas porque son las que tienen delegadas las competencias educativas.
Señores del gobierno, no estamos hablando de cuestionar los programas educativos de las respectivas comunidades, estamos hablando del aspecto sanitario que ha justificado en estos meses pasados la mayor restricción de los derechos fundamentales de los españoles desde el inicio de la democracia.
Seguimos como siempre con este gobierno:
No afrontan los problemas hasta que no les estalla el cohete entre las manos, como en marzo.
Seguimos con el sistema funcionarial del siglo XVIII, “los fines de semana Sanidad no ofrece datos”. Sin comentarios.
No hay rastreadores suficientes, pero a pesar de tener 3,8 millones de parados, recurre de nuevo a la UME.
No hay docentes suficientes, pero los tenemos a miles sin asignación de plazas
Eso sí, después del confinamiento, nuestro señor presidente ha tenido tiempo para presionar a la Casa del Rey para que tomara medidas contra Don Juan Carlos y contentar así a sus socios republicanos de ERC y tratar de enmascarar los malos resultados de la gestión de la pandemia.
Después de sentirse en el mes de julio “inquieto y perturbado” por las noticias, ya en el mes de agosto estaba más calmado y se encontraba satisfecho de la marcha del Rey Emérito. Yo personalmente pienso que sigue igual de perturbado.
Está claro que este Sr. Presidente no cumple con los deberes de un capitán manteniendo unidas las fuerzas que dirige, no gobierna para todos solo para aquellos que necesita para seguir en su puesto. Está desaparecido del debate territorial, del debate de la lengua de Cataluña, del de la libertad de expresión, del soborno de los vascos, del debate penal, de la precariedad laboral, del futuro de los jóvenes, de las pensiones, de los problemas energéticos, del agua,…. En definitiva, de todo lo que nos afecta a los gobernados.
Tengo que confesar que, como dice la canción: “tengo el corazón partio” como consecuencia de la decisión del monarca de dejar España ante la repercusión de «ciertos acontecimientos pasados» de su vida privada.
He tenido la fortuna de estar dos veces con el Rey emérito y reconozco que te bastan cinco minutos para apreciar a ese hombre. Un lechado de simpatía, cercanía y unos conocimientos y saber estar dignos de admiración.
También tengo que confesar que no soy especialmente monárquico en mi corazón, pero creo que la Monarquía, en la democracia, ha sido un modelo de estado que ha dado a España los mejores años de su reciente historia. Me cuesta entender cómo hay gente que se empeña en volver al modelo republicano del que tan malos recuerdos tenemos.
Soy más de personas que de instituciones, y en este sentido, creo que hemos tenido en Juan Carlos I un Jefe de Estado de lo mejor del mundo, que ha contribuido al bienestar de los españoles y a la estabilidad de nuestra democracia, tanto dentro como fuera de nuestro territorio e, incluso, ha cubierto con holgura muchas carencias de nuestros Jefes de Gobierno.
Nadie ha ayudado más a nuestros empresarios ni nadie ha conseguido más “marca España” que Juan Carlos I. Se ha labrado un reconocimiento internacional como pocas personas en el mundo.
En sus actuaciones personales, la cosa no ha estado al mismo nivel, aunque no soy quién para juzgarlo, pero opino que, en la vida, todos tenemos que afrontar las consecuencias de nuestros actos, incluso el Rey.
Hay dos razones que me producen malestar en los hechos acontecidos, de un lado, que el mismo haya tirado por la borda un prestigio mundial de primer nivel. Dudo mucho que haya personas en nuestro planeta que tenga tantos premios y reconocimientos como nuestro Rey emérito, y sin embargo, en unos pocos años, lo ha tirado por la borda. Amen de otros acontecimientos familiares que tampoco han ayudado mucho.
De otro lado, me parece infame que por parte de representantes del gobierno y de algunos partidos políticos que gobiernan CCAA, y que no son otra cosa que representantes del gobierno en el territorio, que se ataque a la institución y no a las personas que comenten supuestamente un delito o una actuación poco decorosa.
Para empezar el Rey emérito no está ni imputado ni acusado todavía de nada, por lo que la presunción de inocencia se la están pasando por el mismísimo arco del triunfo.
El PNV, principal partido de Euskadi, ha considerado «un gesto insuficiente» la salida de España del exjefe del Estado. Si, este mismo partido que como cual fulana se vende al que mejor precio paga y al que consiente en mantener y aumentar sus privilegios. Ese mismo partido que da cobijo a los terroristas de ETA, que consigue el acercamiento de las cárceles a los condenados y ese mismo que permite que en el territorio vasco vuelva el estado de odio hacia todo lo español, de momento, sin pistolas ni bombas, pero el mismo reino del miedo que otrora.
Los catalanistas hacen palmas con las orejas y comparan la situación del Rey emérito con Puigdemon… menuda broma. Mientras Junqueras, declara su deseo de que “todos seamos igual ante la ley”, olvidándose que él si que ha sido procesado y encarcelado.
Pablo Iglesias por su parte considera que «La huida al extranjero de Juan Carlos de Borbón es una actitud indigna de un ex Jefe del Estado y deja a la monarquía en una posición muy comprometida». «Es un deber para quienes ocupamos cargos de gobierno velar por la ejemplaridad y la limpieza de las instituciones».
Si, este mismo Iglesias que ha obtenido financiación de Venezuela y de Irán, el mismo que realizó Bullying contra Celia Cánovas en su partido, el mismo que mintió a un Juez en el caso Dina y el mismo que, que está siendo investigado por la Justicia por posible delito de daños informáticos y revelación de secretos. Diría Federico Trillo: “manda huevos”.
Y mi querido amigo, si, ese que mintió en lo de su tesis, que ha silenciado los fraudes multimillonarios de Andalucia, que ha mentido a todos los españoles antes de acceder al poder, que ha conseguido el mayor número de fallecidos por su mala gestión y el que ha generado la mayor crisis económica de la historia de España. Si, ese mismo, el que estaba “inquieto” y “perturbado” hace poco más de 20 días y, aunque ha declarado que va a defender la estabilidad institucional.
Si, ese Pedro Sánchez que ha pactado con podemos que Juan Carlos I debía abandonar su residencia como exigencia para respaldar los presupuestos, sin sopesar el grave daño que puede causar la imagen de don Juan Carlos refugiado en un país extranjero cuando aún no hay una decisión judicial sobre él. Como en todo lo que hace, manteniendo posiciones equívocas.
Pero mucho me temo que darle un trozo de pan al can no será suficiente, no he conocido a ningún perro que, tras oler sangre, deje la pieza.
Salvo que haya algún pacto no conocido, marcharse de su lugar de residencia es una cosa y salir del país (como tuvo que hacer su abuelo Alfonso XIII) es otra, porque además de la presión interior, se suma el desconcierto fuera de nuestras fronteras. Yo tampoco lo entiendo.
Dudo mucho que la jauría, ceje en su empeño por dañar a la Corona, y por ende nuestra democracia, porque además de que no saben hacer otra cosa y no aportan nada, necesitan un hueso periódicamente al que roer para justificar su presencia y el salario que se les paga.
Lo cierto es que ver a D. Juan Carlos, artifice de la transición, fuera del país (a pesar de los pesares), provocado por las fuerzas políticas más indignas de la democracia española, me llena de tristeza y desasosiego.
Mucho me temo que esto no es el inicio de una etapa de regeneración de la honestidad pública, sino una más de esta depravada manada que nos ha tocado en suerte, que hace de su capa un sallo y que utilizan vías torticeras para cambiar un modelo que tiene previstas sus vías para la modificación. Los responsables de esta solución han prestado un flaco servicio a España.
No se si procede, pero porque mis padres me enseñaron a ser agradecidos, por todo lo positivo que nos ha aportado D Juan Carlos, y por el legado extraordinario que nos ha dejado en su hijo, a quien considero un magnífico Jefe de Estado lanzo un Viva el Rey.
Distopía, me gusta el sonido de esta palabra, aunque no su significado.
Esto es en lo que se está convirtiendo España, en una sociedad ficticia indeseable en sí misma, muy alejada de la utopía acuñada por santo Tomás Moro en la que describió un modelo de sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.
En un gobierno de cualquier tipo (político, empresarial, social,..) se cometen errores, quien no, pero cuando éstos se suceden unos tras otros, se comienza a cultivar el estado policial, y se persiste en un modelo de clientelismo y de miseria, el sufrimiento de la población llama permanentemente a la puerta.
Nuestros dirigentes se están empeñando (como nos describía Aldous Huxley en “Un mundo feliz”), en enseñarnos un modelo de sociedad en el que sus habitantes parecen vivir “un mundo feliz”, todo ello se consigue a base de manipular los medios de comunicación, de endeudar perpetuamente al país y a negarse a afrontar los problemas endémicos que tenemos en educación, gasto público, justicia, industria,…… Solo nos falta el avance en la eutanasia y el desarrollo en la técnica reproductiva. Todo llegará.
Podría llegar a entender en un dirigente que su deriva ideológica pudieran llevar progresivamente a consecuencias extremas a la sociedad que gobierna, pero cuando alguien pacta al tiempo con gente tan alejadas en sus pensamientos como exterroristas, separatistas y antisistemas, ¿dónde está la ideología?.
Un beneficio que podríamos obtener del gran mal que nos ha traído el Covid 19, y su pésima gestión, es la posibilidad de acceder a ingentes cantidades de dinero para paliar daños si hacemos las reformas que, por cierto, tanto necesitamos, pero ¿dónde está la gobernanza si nuestros dirigentes se dedican a mendigar los fondos que no suponen justificación posterior y a racanear o eludir aquellos que suponen la asunción de compromisos y reformas?.
Creo que a estas alturas ya no teníamos ninguna duda sobre quien es cada uno y solo cabe pensar que, a través de las fisuras que se han ido produciendo en nuestro sistema democrático y utilizando la indolencia de una sociedad anestesiada por la comodidad de las subvenciones y la ley del mínimo esfuerzo, alguien/es, se están aprovechando para sacar beneficio personal.
Y además, lo consiguen utilizando todo aquello que divide a la sociedad española porque saben que mientras mantengan esa división, ellos tienen posibilidades de mantenerse.
Acabado el jugo que tenían que sacar a los restos de Franco, ahora están con la Casa Real. Mientras, los principales problemas del país siguen sin gestión. Entre otros, las acuciantes reformas legislativas que habían prometido en mayo para hacer frente a futuros brotes sin necesidad de decretar de nuevo el estado de alarma.
Nuestra distopía no es un peligro futuro, es ya una situación de presente que, con medios de conducción de la sociedad, están derivando en situaciones abusivas, injustas y perjudiciales a la larga en el estado del bienestar, tanto para nosotros como para nuestros descendientes.
Y no con ello quiero transmitir una visión apocalíptica de nuestra situación, sino el convencimiento de que cuando las cosas se hacen mal, se terminan pagando en el tiempo con una magnitud aceleradamente creciente.
Es muy importante percatarse de que la distopía ya no narra un futuro imaginario, sino que desvela el presente cierto, y que nuestra “Sociedad Distópica” ya no es una ficción, ni algo por venir. Es muy real y está aquí, avanzando entre nosotros, aunque las consecuencias no sean todavía muy evidentes.
Ya escribí en su momento un extenso artículo “nos salen los políticos por las orejas” dividido en cinco partes en el que me reafirmo y en el comparto opinión con muchos españoles en el sentido de que para arreglar los muchos problemas que tenemos, tendríamos que solucionar primero el de los malos políticos de los que “disfrutamos” y la pésima gestión que obtenemos de ellos.
Está claro que no haber hecho bien los deberes durante muchos años, y haber vivido más al estilo cigarra que al de hormiga, nos obliga a apretarnos el cinturón y pasar unos duros ajustes, pero al menos nos quedaría el consuelo de que puedan servir para corregir situaciones endémicas que no deberían repetirse en el futuro.
Parece mentira, pero solo nos queda pensar que nos obliguen desde Europa.
Por mucho que se empeñe el presidente del gobierno, no le van a servir sus maniobras ni añagazas para ocultar su responsabilidad en la gestión de la pandemia.
No actuaron con la diligencia debida y a ello debemos los cerca de 45.000 fallecidos que se han producido, aunque no lo quieran reconocer. A base de repetir siempre la misma mentira, no la van a convertir en una verdad.
No obstante, alguien bien intencionado, podría pensar que, aunque claramente retrasaron medidas sanitarias anteponiendo criterios partidistas con su manifestación del 8M (acción que por cierto se ve ridícula con ojos de hoy), no se podían imaginar que sus actuaciones iban a tener un resultado tan fatídico. Casi podría estar de acuerdo en eso.
Pero el daño en vidas humanas está hecho y no podemos dar marcha atrás. Sólo cabría esperar ahora medidas honestas paliativas de reconocimiento a los familiares de las vÍctimas (en lugar de actos pomposos y laudatorios como se pretende hacer para mayor gloria del propio gobierno). Ahora toca afrontar la mayor crisis en la historia de España a excepción de las guerras bélicas.
Sr. Presidente, lea los desoladores informes de la OCDE que sitúan a España a la cabeza en el desplome económico mundial, y pide un cambio de rumbo, con pactos de Estado, sin tocar la reforma laboral y control de la deuda.
Recomienda los pactos de Estado para introducir reformas estructurales que hagan España más competitiva y productiva, un control del gasto y la deuda cuando se supere el coronavirus y el mantenimiento de la reforma laboral de 2012. Son recetas de la organización e implican un cambio del actual rumbo del Gobierno de coalición.
La OCDE nos invita a hacer reformas importantes y hacer más eficaz el Estado. “Hay cuestiones que no son de izquierda o derecha. Hay consensos en muchos países y debería pasar lo mismo en España”, declaró el exministro portugués, Alvaro Pereira, actual director de estudios de países de la OCDE y responsable de, entre otras, las nuevas previsiones presentadas para España.
Sr. Sánchez, lea usted el informe del FMI, que prevé una crisis más profunda todavía, y quien nos recomienda seguir destinando abundante gasto al sistema sanitario, pagos directos a las familias mientras la economía esté paralizada y préstamos a las empresas.
Conforme se levanten las medidas de contención, las políticas deben pasar rápidamente a apoyar la demanda, incentivar la contratación en las empresas y sanear los balances en los sectores privado y público a fin de contribuir a la recuperación.
Sr. Sánchez, escuche a nuestro BANCO DE ESPAÑA (aunque sea una de las pocas instituciones en la que no ha conseguido poner su zarpa), que asume que hemos de incrementar un mayor endeudamiento en la terapia de choque inicial, pero que superada esta fase, debemos realizar una estrategia que debe descansar en un programa de consolidación presupuestaria de medio plazo, con una revisión importante del gasto y de la estructura y capacidad impositivas que permita sanear nuestras finanzas públicas, así como un programa de reformas estructurales que eleven la capacidad de crecimiento económico.
Sr. Sánchez, y si con esto no tiene bastante, también puede consultar prestigiosas fuentes de las que, afortunadamente, disponemos en España, como el Servicio de Estudios BBVA, FUNCAS u observatorios como Foro Futuro, RealAcademía de Ciencias Económicas y financieras… Seguro que si a Zapatero le costó dos tardes aprender economía, a usted, que es más listo, en una tarde lo zanja.
Sr. Sánchez y si después de saber “qué” tiene que hacer, tiene alguna duda sobre “cómo” lo tiene que hacer, puede escuchar a los empresarios que han formado parte de la cumbre empresarial organizada por la patronal sobre cómo afrontar la crisis que se avecina. Esos líderes que tienen acreditada experiencia, que generan empleo y riqueza cada día, que pagan impuestos todos los años, y salen adelante a pesar del ejército cada día más numeroso de los que solo generan gasto, de los que no saben que es tener un empleo fuera de la política, de los demagogos y los que fragmentan a la sociedad española.
Sr. Sánchez, dispone usted de la mayor de las informaciones sobre las estrategias adecuadas para sacar a España del pozo en el que estamos cayendo todavía. Dispone de la voluntad de la oposición política para alcanzar pactos de estado, y dispone de la voluntad de llevarlo a cabo por parte de las fuerzas sociales de este país.
Por favor, ya que lleva dos años al frente de esta nación y no podemos enumerar ni un solo avance en el terreno político ni sanitario, no se convierta, también, en el “caganet” de la economía española.
Esta vez no puede decir que vino sin aviso previo.
Si uno va por el extranjero y ve a una persona con la bandera de España dirá: mira por allí va un español.
Si uno está en España y ve a alguien con la camiseta de otro país, no dirá nada, y seguramente ni siquiera piense nada. Se ve como algo natural dentro de la libertad de expresión.
Pero si uno está en España y lleva alguna pulsera de España o algún símbolo nacional, las probabilidades de que le llamen facha son muy altas, excepción, claro está, que estemos jugando la Eurocopa o el Mundial.
El inicio de la historia de nuestra “rojigualda”, llegó durante el reinado de Carlos III. Exactamente el 28 de mayo de 1785 y fue en 1843 cuando la reina Isabel II la instauró como bandera nacional española hasta hoy, a excepción del corto periodo de la segunda república cuando la ultima franja fue modificada por el morado. En definitiva, muchos años con la misma bandera oficial.
Es de significar que en la primera república se mantuvo la bandera nacional, que Franco mantuvo también la bandera nacional y en nuestra reciente constitución, tanto el PC con Santiago Carrillo a la cabeza como el PSOE, especialmente tras el fallido 23 F de 1981, hicieron patente la definitiva conversión a la monarquía y a la bandera oficial del Estado. Ambas formaciones estaban convencidas de que la bandera se convertiría en un símbolo perfecto de esa cierta inclinación al centro que buscaban y que se necesitaba, por cierto.
Fue el PSOE quien, con mucho tino, propondría la modificación del escudo para despojarlo de las adherencias incorporadas por el franquismo, que tuvo una total aceptación, ya que, sin el águila imperial, la bandera se convertía en un símbolo mucho más presentable para todos.
De hecho, la campaña electoral del PSOE en octubre de 1982 se haría con el símbolo nacional en la mano y en medio de inflamadas demostraciones de patriotismo constitucional por parte de Felipe González que, en el cierre de campaña, invitaba a todos sus simpatizantes a levantar “esa bandera que ya hemos conquistado para todos y que ya es patrimonio de todos los españoles y no patrimonio de grupos sectarios”.
En la actualidad, y según un estudio del Instituto Elcano que compara el periodo 2004/2015, la identidad nacional española es relativamente débil, comparada con el resto de países europeos, cuyo origen ha sido muy debatidas por muchas disciplinas y quizás comienza con la desafección tras la crisis de 1898 y la pérdida de las últimas colonias americanas y rematada por el franquismo y su periodo autárquico, en la que se produce un abuso de los símbolos y la retórica nacionalista.
Tras una aceptación sin fisuras por parte de la izquierda en nuestra democracia, una titubeante utilización de la bandera y el himno por parte de los últimos representantes socialistas ha contribuido aún más a debilitar “lo español”, hasta el punto de que la exhibición de una bandera española pasó a ser indicador de una ideología conservadora cuando no de nostalgia por el franquismo. La misma palabra “España” resultó sospechosa y fue sustituida a menudo por “el Estado español”, una expresión de menor eco emotivo.
El gesto de Pedro Sánchez en la campaña del 2015, que inició un discurso como candidato socialista a la Presidencia del Gobierno con una enorme bandera de España en el fondo, parecía toda una declaración de intenciones para corregir esa fragilidad de la izquierda, pero no solo se ha ido diluyendo como un azucarillo sino que parece haber quedado en el extremo opuesto en su coalición con Podemos.
Estoy de acuerdo en el comentario de Iñigo Errejón en 2018 (ya derrotado en Vistalegre 2, pero aún en Podemos), “cometeríamos una enorme torpeza histórica si regalamos el orgullo de pertenencia al país a quienes tiene una idea muy estrecha de España en el que les sobran los progresistas, los que hablan otra lengua, los que vienen de fuera, los que tienen otro apellido, las feministas…”, y animaba a asumir “un patriotismo español desacomplejado”, aunque, a la vista de lo que ha sucedido, tampoco fue más lejos de unas meras declaraciones.
Creo que nuestros políticos no son conscientes de que en el momento que te apropias de un símbolo de todos para defender tus ideas, estas dividiendo a la gente y señalando enemigos usando la demagogia de la bandera, algo en lo que cae con mucho gusto el PP. VOX y los nacionalistas. El PSOE pienso que no sabe muy bien dónde está en este aspecto pero lo cierto es que no fomenta el uso de banderas españolas para manifestaciones de carácter diverso, pero tampoco fomenta otros gestos que tengan que ver con el orgullo español. Seguramente, aunque lo sintiera, no se lo permite sus alianzas con independentistas.
Es muy posible que de forma intencionada, la izquierda española trabaja en dos líneas diferentes para mantener su electorado. De un lado, trata esforzadamente en adueñarse de cosas que no son suyas exclusivamente, feminismo, el estado del bienestar, derechos civiles,… como valores que contrapone a los símbolos nacionales, aunque sean perfectamente compatibles.
De otra parte, al no hacer uso de la bandera, trata de distanciarse de la corriente que asocia el uso de los símbolos nacionales a la “derecha más rancia” .
Creo que uno de los problemas con el uso de la bandera de España, tanto por parte de los que intentan apropiársela como aquellos que la rechaza, no es que sean muchos, sino que tienen un gran altavoz en los medios de comunicación y consiguen que esto parezca un hecho generalizado.
Esto es algo comprensible en una parte de los independentistas que queman, pisotean y escupen la bandera española. Ellos dicen que tienen un motivo, pero los que dicen no ser separatistas lo tienen más difícil de explicar.
Yo pienso que progresivamente el político de izquierda (que no el ciudadano) se ha ido quedando sin un régimen al que identificarse y sin símbolos que sientan como suyos y por eso se aferran a lo poco representativo de la II República dentro de la historia de España.
Otro aspecto importante que considero que está grupo de los “símbolos” de nuestro país y nuestra democracia es la Corona. Tenemos una monarquía parlamentaria con un rey al frente que tiene por parte de la población una valoración que duplica a cualquiera de los líderes políticos.
A pesar de ello, y de que es indiscutible que tenemos a un Jefe del Estado con una excepcional preparación para representarnos, los partidos independentistas y los más situados a la izquierda, se esfuerzan en socavar su imagen proponiendo incluso la despenalización de las injurias a la Corona. Obviamente, estos mismos, que viven de nuestra democracia y que han jurado o prometido la constitución, sostienen la penalización del enaltecimiento del franquismo.
Otro de lo que considero que forma parte de nuestros símbolos, el día de la fiesta nacional, que rememora la efeméride histórica en la que España, culmina un proceso de construcción de un Estado plural (cultural y político) con la integración de los reinos de España, es objeto de polémica en la que participan activamente políticos electos que también han prometido o jurado la constitución y el cumplimiento de sus leyes.
Y no quiero olvidarme del ejército, que en todos los países (civilizados) es motivo de orgullo, junto a su bandera. Policía, Guardia Civil y Ejército, obtienen valoraciones por parte de la ciudadanía que triplican prácticamente las del Gobierno, incluso por aquellos que son votantes de Podemos.
Pues erre que erre, alguna alcaldesa, vicepresidente, presidentes de algunas comunidades autónomas, parecen que le tienen alergia y manifiestan su repudio al supuesto carácter militarista de estos cuerpos, como si estuvieran pegando tiros todos los días, cuando es justo lo contrario. Todos los días realizan más labores humanitarias que otra cosa. Creo que en nuestro estado de emergencia hemos tenido uno de los mejores y más gloriosos ejemplos, excepto para la profunda estupidez de Torra, que retrasó la construcción de hospital de campaña por suavizar la imagen militar del mismo. Los muertos que haya podido originar ese retraso, recaigan sobre su conciencia.
Y por último quiero referirme a nuestro idioma. Puedo entender que los que propugnan el separatismo quieran defender su idioma, pero lo que resulta difícil de entender es la posición de aquellos que no son independentistas pero que apoyan la inmersión lingüística en Cataluña solo por situarse en el bando contrario de los que defienden la unidad de España y el cumplimiento de la Constitución.
Con este “ganao” que tenemos metidos en la política llega un momento en que es difícil decir que soy un patriota, que siento orgullo por mi país, por mi historia, por mi gente y por mi cultura. Si, también la de Cataluña y País Vasco.
Porque eso es lo que siento con independencia de que por parte de quien gobierne se adopte un modelo de servicios públicos o privados, de que puedan llegar borrachas o serenas a casa, de que se apruebe una ley de aborto más estricta o abierta, …..
Los gobiernos van y vienen, son de diferentes colores y orientaciones y podemos estar más o menos de acuerdo con su gestión, pero nuestro país, y sus señas de identidad son más permanentes y ayudan a que tengamos un espíritu de pertenencia que todos necesitamos.
Solo hay que mirar hacia EEUU, Canadá, Francia, Alemania, Italia,…… para ver que sus líderes políticos tienen mil diferencias entre ellos, pero siempre están unidos bajo la bandera y el himno de su país, respetan a su Jefe del Estado, celebran su día nacional y honran a sus fuerzas armadas, porque representan la nación por la que sienten un profundo orgullo.
Solo encuentro justificado que nuestra mayor desafección a lo español sea como consecuencia de haber cedido parte del sentimiento a nuestra Unión Europea (porque en España somos bastante europeístas), pero me resisto a admitir que ese menor cariño sea porque cuatro indocumentados, de un lado o de otro, nos manipulen.
Que VIVA LA SELECCIÓN ESPAÑOLA y que VIVA INIESTA.
Bill Gates en 2015 advertía que la próxima gran amenaza de la humanidad no sería una guerra sino una pandemia y también que si eso llegara a suceder los países del mundo no estarían preparados.
En estos mismos términos se han manifestado multitud de científicos, pese a lo cual, las actuales doctrinas de seguridad nacional de EE UU y Europa no priorizan (al contrario de algunos países asiáticos) el desafío de nuevas enfermedades infecciosas.
Desde que los seres humanos empezamos a organizarnos en sociedades y a crear núcleos de personas en un mismo espacio territorial, las enfermedades contagiosas tomaron un especial protagonismo (Peste de Justiniano, La peste negra, La viruela, Gripe Española, Gripe Asiática, Gripe de Hong Kong, Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH), Ébola,..), pero antes no había los medios tecnológicos que hay ahora para investigar el origen y tratamiento de los virus.
Aunque confieso que cuando escuché por primera vez el término de “nueva normalidad” a Pedro Sánchez no me gustó nada, poco a poco he ido pensando que el término es bastante adecuado para lo que nos espera en el futuro.
De la misma forma que cuando nuestros abuelos vieron volar el primer avión no se imaginaban que esos artilugios iban a formar parte de la “nueva normalidad”, ahora nos toca a nosotros acostumbrarnos a implementar una “nueva normalidad” ante este desafío al que estamos siendo expuestos. La “normalidad” ha muerto, al menos transitoriamente si queremos evitar una nueva catástrofe, y tendremos que introducir en nuestras vidas, hasta que haya vacuna, las mascarillas, geles y las distancias sociales.
El coronavirus llegó para quedarse…y para cambiarlo todo. Más vale que nos mentalicemos de que la vida, tal y como la teníamos no va a regresar hasta que tengamos un tratamiento altamente eficaz o una vacuna que brinde una protección adecuada a toda la sociedad. Además, nos sirve de entrenamiento para avanzar en el tratamiento de futuras pandemias, en las que, como estamos viendo, los aspectos médicos son esenciales, pero no menos los comportamentales por parte de los ciudadanos.
Me preocupa bastante que ahora, con el levantamiento del estado de alarma, se pueda generalizar un comportamiento que ignore la amenaza del virus, y no sólo por el “natural afecto” de los españoles, sino porque, además, algunos psicólogos entienden que, en contextos amenazantes, nuestras tendencias asociativas y nuestro deseo de buscar contacto físico se vuelven más fuertes.
El hecho de que sea una enfermedad “invisible” que permanece asintomática en una gran parte de la población no ayuda a que sea reconocida como una amenaza colectiva a pesar del quebranto que nos ha causado y lo cercano que lo tenemos.
Yo creo que conocer la amenaza es perfectamente compatible con buscar la compañía de amigos y seres queridos, pero es preciso introducir cambios en nuestros hábitos. No se nos puede olvidar que la enfermedad está presente.
El uso masivo de las mascarillas, algo que hasta hace poco nos parecía rarísimo y curioso en China y Japón, debería pasar a ser parte de la nueva vida que nos espera.
El comportamiento que estoy observando en esta primera apertura de bares y restaurantes, me hace albergar serias dudas de que seamos capaces de asumir el distanciamiento, porque en realidad nos afecta de muchas formas: en la fila de la caja del supermercado, en la entrada del banco, en consultorios médicos, en los trenes, metros, autobuses, en las aulas de las escuelas y universidades, en los restaurantes, los bares, los teatros y cines, los recitales, las iglesias, los estadios deportivos, las manifestaciones populares y sociales, los actos electorales, viajes en avión,….
Los gobiernos se enfrentan a retos enormes para crear los medios que nos preparen para el futuro, tanto en transportes, como reordenación de nuestros entornos urbanos, calidad de las conexiones de Internet, fortalecimiento de sectores estratégicos y un mejor trato a nuestro medio ambiente….. pero todo esto no será suficiente si el comportamiento de los ciudadanos no está a la altura.
Todos tenemos muchas ganas de salir de nuestros cubículos (especialmente los que estamos confinados en grandes ciudades), estar con familiares y amigos y tener la oportunidad de respirar monte o disfrutar de playas, pero sería de esperar que el entrenamiento que tenemos tras el confinamiento sobre el lavado de manos, el uso de la mascarilla y el distanciamiento social, haya sido suficiente para empezar esta “nueva normalidad” hasta que lleguen los refuerzos de vacunas y adecuados tratamientos.
Nuestro gobierno ignoró las señales de alerta y no fue diligente en la gestión de la pandemia, lo que nos ha costado más de 43.000 fallecidos y el mayor cerrojazo económico de todo nuestro entorno. Caro precio a su irresponsabilidad.
Me gustaría confiar en que ahora los ciudadanos vamos a dar una lección de responsabilidad para cuidarnos a nosotros mismos y de altruismo hacia los demás.