TIEMPOS NUEVOS Y MUY DISTINTOS
Siempre nos ilusiona lo nuevo. Lo distinto. Aunque sabemos que un cambio implica cierto grado de dificultad, solemos asumir un nuevo horizonte con la esperanza de lograr mejoras en nuestras vidas.
Los cambios son retos, implican o suele ser así, una subida por una escalera para llegar a un lugar mejor, más alto. Cuesta el trabajo, el esfuerzo, de subirla.
En situaciones excepcionales, el cambio no es para mejorar exactamente. Es para mantenerse, para sobrevivir. Puede ocurrir que las circunstancias cambien y que se impongan exigencias que impliquen reemplazar, cambiar, revolucionar nuestro modo de vida.
Tanto en el primer escenario como en este Segundo, se entiende que el reto está definido. Es concreto. Puede significar mucho, ser exigente en extremo, pero está cuantificado.
Hay un tercer escenario.
Este planeta y, en particular, la especie humana lo conocen. Esta generación no.

La tierra ha recibido sacudidas con asteroides, grandes cataclismos y tremendas transformaciones geológicas. La especie humana ha vivido crisis que han significado la desaparición total de grupos y tipologías de humanos, como le ocurrió a los Neandertales.
Hace 15.000 años aproximadamente, ocurrió la última gran glaciación, con la transformación del planeta y la extinción de numerosas especies. Se instauraron unas condiciones ambienta durísimas en una gran parte del planeta.
En nuestra breve historia como especie, hemos superado la adversidad por fenómenos naturales, por las guerras iniciadas por nosotros, por las enfermedades…
Las epidemias no son novedad en nuestra historia…como especie.
Nuestra generación, sin embargo, es de las afortunadas. Al menos en nuestro entorno geográfico. Aquí hace tiempo que no hay hambruna. Hay necesidad y hambre en algunos sectores de la población. Pero está claro que su incidencia e importancia no es la que padecen algunos países del continente africano.
Aquí conocemos la amargura del paro. La desolación del desamparo que viven muchos mayores. Sabemos que existe injusticia en los sistemas de creación y distribución de la riqueza. Y sabemos la causa. Como especie necesitamos liderazgo. Y como especie elegimos y tenemos líderes que no están a la altura de los retos conocidos.

En el horizonte vemos otro tipo de tormenta que, por su intensidad, los marinos la calificarían de galerna y un mar de olas tan grandes que recibe el nombre de “mar montañoso”. Olas como montañas.
En el océano, ves venir la tormenta. Pero es difícil de saber cuándo terminará. Su inmensidad y poder te añade un reto adicional: no saber su final.
Ante la adversidad, necesitamos cuantificar, determinar y poner en números la dimensión del problema.
También es fundamental para nosotros calcular su duración y fijar un hito temporal. Necesitamos, aunque sea hipotéticamente, imaginar el final de la tormenta. Es inherente a cualquier análisis cuantificar la duración del problema, de la crisis.
Pues bien, se aproxima una época con importantes novedades para esta generación. Son importantes las herramientas de que disponemos: los conocimientos tecnológicos, la ciencia médica, las herramientas de comunicación, la informática, los recursos para el bienestar en nuestras ciudades y viviendas.
Sin embargo, es importante también que nos demos cuenta de quién y como empleamos estas herramientas. Y en qué condiciones lo haremos.
En este escenario futuro hay incertidumbres: desconocemos dimensión real de la gravedad del problema, aún no está clara la gravedad de la tormenta económica y no sabemos cuánto durará la época de crisis.
Estas incertidumbres son, en sí mismas, un factor que añade severidad a nuestra nueva época de cambios.
La nueva generación que afronta todo esto es, como colectivo, la mejor formada y la de mayor capacidad técnica de nuestra historia. Nuestros jóvenes, de edades que llegan a los 45 años, tienen experiencia en el debate tecnológico, en la mejora y lucha profesional y conocen lo arduo de conseguir un trabajo digno.
Existen aspectos que, sin duda, ellos mismos ven y, todos nosotros con ellos.
En un buque que navega sin novedad, el gobierno del barco es exigente. Se requiere sabiduría en la navegación, conocimiento en el control del sistema de propulsión, organización en los recursos necesarios para la navegación.
Estos recursos son manifiestamente necesarios ante una gran tormenta. Allí, en un medio tan tremendo, el océano parece decirte que nada eres y que estés muy atento. Allí manda alguien que no eres tu. Con tu embarcación moderna, tus recursos de radio y gps, el mar te habla mostrándote la realidad de una situación en la que sabes que dependes de él.
El planeta parece mostrarnos, ahora, que dependemos de él.
Nuestra autosuficiencia y desprecio por el equilibrio natural, nos ha llevado a creer que somos independientes de nuestra casa planetaria y del propio universo. Ese universo donde existen reglas y normas que regulan la historia de lo que existe.
El equilibrio natural no es estabilidad y quietud. Es fuerza dinámica, es control, es orden.
Queremos imponer un orden nuevo, ignorando el orden preexistente.
E imponemos un orden que ha resultado ser dañino para nosotros mismos. Ya lo era.
Esta pandemia es un factor catártico que muestra con más fuerza nuestro desconocimiento y, en gran medida, nuestras carencias en el diseño e instauración de los factores que favorezcan nuestro propio bienestar.
Y esto no lo ha hecho esta generación.
En suma, lo que afrontamos es superar un problema grave, de alcance en todos los órdenes de nuestra existencia, y que implica una revolución social, económica y política.
Y, además, implica tener en cuenta que el planeta está avisando de que este no es el camino.

Nuestra especie es un producto más de la evolución en este rincón de nuestra galaxia. Una galaxia que se desplaza en un océano de millones de galaxias. Seamos humildes. Tengamos serenidad y templanza.
Organicemos nuestro futuro y tengamos en el puente de nuestro buque a quien conozca de mares apacibles y también conozca «patronearlo» ante grandes vientos y olas como montañas.
Raúl Ramos de la Plaza
2-5-20