MI GENERACIÓN

Estoy seguro, por el perfil de lectores de este blog, que estaréis de acuerdo conmigo en lo que voy a decir. Y es que a veces ser políticamente incorrecto nos ayuda a darnos cuenta de que lo correcto tiene poco que ver con lo sensato, con la lógica y la realidad.

Yo nací en 1965, soy todavía un chaval a mis casi 57 años, y como tal soy de una generación determinada. Eso ya no se lleva, ahora son mileuristas…

Pertenezco a ese tipo de personas nacidas en los años 60 que compartíamos la ropa entre hermanos, que nos peleábamos en casa, que en el colegio copiábamos en los exámenes y fumábamos en el patio. Podría extenderme hablando de nuestros veraneos en la playa, de los viajes familiares en coche, de los regalos de primera comunión… Pero no escribo esto para contaros mis batallitas, esas me las guardo para mis nietos que por cierto el primero esta al caer, que ilusión tengo.

Lo escribo para reivindicar lo que soy, la generación a la que pertenezco y represento, mi historia, mi vida, mi personalidad. Me explico.

Ahora, bueno hace ya muchos años, parece que uno no es uno si no espabila, si no participa del entorno actual, si no tiene cuenta en instagram, en facebook, y se pasa el día siguiendo a unos y otros para adaptarse a la nueva realidad que nos rodea. Pero no solo eso, que es muy típico lo de criticar las redes sociales, sino que además tienes que ser igual de tonto que todos ellos y dejarte llevar por los gustos, las tendencias de moda y, atentos aquí, los paradigmas del liderazgo y nuestra capacidad de “resiliencia”, como se dice ahora. Antes le llamábamos “cojones” pero sonaba mal y hubo que cambiarlo.

Ahora somos todos lideres, somos todos la hostia, pero no somos conscientes de ello, no sabemos como sacar nuestro ego a relucir. Somos tan tontos que nos lo tiene  que decir los demás. Todos llevamos un Rafa Nadal dentro, no te jode.

Y digo yo, si todos somos o pretendemos ser esos que se supone que nos dicen que somos sin nosotros saberlo, quien se va a ocupar de hacer nuestro trabajo?.

 Yo no quiero ser un líder de nada, no quiero destacar en cosas que ni me van ni me vienen, no quiero tener como ejemplos a personajes que tiene más “followers” que nadie y viven del cuento de ser “influencers”. Los de mi generación éramos conscientes que en clase había listos y menos listos, guapos y feos, buenos y menos buenos y unos amigos mas que otros. Cuando querías algo acudías al mejor de ellos. Para formar equipo en el futbol, los mejores, para copiar en un examen, los empollones, para ligar los guapos y para ir a su casa los que tenían hermanas.

Y si tu eras uno de ellos, te tocaba dejarte copiar, meter los goles o dejar que tus amigos te dieran el coñazo con tus hermanas. Pero a nadie se le ocurría ser el que mejor jugaba al futbol, el que mejores notas sacaba, el mas ligón…

No había lideres, éramos todos iguales pero muy distintos, cada uno nos fuimos dando cuenta de nuestras limitaciones antes que de las virtudes. Y eso es algo que tiene mucho valor, conocer tus limitaciones te asegura el éxito en la vida, cuanto antes sea consciente de ello mucho mejor.

Tengo que reconocer que en esto de las limitaciones hemos sido crueles de pequeños, yo a mis 57 años he pedido perdón a algún compañero de pupitre por ello recientemente. En eso si que creo que las nuevas generaciones tienen mucho que enseñarnos.

Pero novatadas aparte, cada uno de nosotros era como tenía que ser, desarrollaba su propia personalidad, con sus pros y sus contras. Ahora parece que las contras hay que vencerlas, hay que superarlas, hay que sobreponerse a ellas, con el esfuerzo inútil que eso supone. Y los pros hay que elevarlos a la enésima potencia, como si no fueran bastante.

Y por eso reivindico mi generación, porque si no lo hacemos los que pertenecemos a ella no lo va a hacer nadie como es lógico. Porque tengo ese sentimiento de pertenencia que me hace valorar las cosas por lo que son, no por lo que parecen ser o por lo que los demás quieran hacernos ver que valen. Creo que se ha desnaturalizado el entorno (ojo con esto) hasta llegar al metaverso (lo que nos faltaba) y eso no va conmigo. Menuda tomadura de pelo, el que quiera peces que no los busque en la realidad virtual esa que es un engañabobos, que se moje el culo. Claro que para eso hay que saber de pesca y mucho me temo que algo tan básico no se enseña en las escuelas de negocios.

Que no me castiguen viendo la televisión de ahora, yo soy de Bonanza, los Teleñecos, Mazinguer Z, Comando G… Que conmigo no cuenten para eso, yo, repito, no quiero ser líder, no quiero alcanzar ningún premio nobel, quiero ser lo que soy, el reflejo de mi mismo educado en una generación que es la mía, que tenía dos canales de televisión y no tuvo internet ni teléfonos móviles y que si nos los quitan no nos pasaría nada, volveríamos al fax, a las fotocopias, al fijo de casa… con dos cojones.

Que no se me malinterprete por favor, esto no es una crítica a todo lo que no sea mi generación, a la evolución y el progreso de todos estos años que es algo claro y evidente que todos podemos valorar, es un sentimiento de pertenencia, un reconocimiento personal y un rechazo a que todos debamos adoptar nuevas tendencias y costumbres en las que no hemos sido educados y que no por ser los de ahora tienen porque ser mejores que los de antes. Si creo que hemos sofisticado demasiado algunas cosas, hemos subestimado el entorno, la naturaleza, la hemos superado y ya no es la que manda en nuestra evolución como había sido hasta hace poco. Ahora mandamos nosotros sobre ella y nos lo hemos creído. Actuamos como si fuéramos capaces de superarnos a nosotros mismos, como si no existieran limitaciones, y nos lo estamos creyendo porque donde hay un limite nos inventamos como superarlo, sin fundamento, pero con convencimiento.

Pues yo creo que lo que importa es el entorno y la persona y ser capaz conciliar esas dos variables, porque somos muy variables, ser capaz de disfrutar de los buenos momentos y de superar los malos, es descubrir la felicidad.

Rafael Valls

    5-10-22

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