Historia de un relato
Soy feminista porque soy socialista. Pedro Sánchez presume de ser el Gobierno más feminista de la historia de España y he repasado algunas de sus medidas estrella para ver qué hay detrás de este relato que tienen montado.
Ministerio de Igualdad y gobierno paritario. Desde que era una Secretaría de estado, este ministerio ha pasado de tener un presupuesto de 220 millones de euros a 580. En poner pasta hay que reconocer que sí hay un verdadero espíritu feminista.
Este Ministerio Hace grandes “esfuerzos” para que tanto en los organismos públicos como en las empresas de gran tamaño exista una gobernanza paritaria. En lo público, ya conocemos el resultado: Ione Belarra, Irene Montero, Yolanda Díaz, Isabel Celaa, María Reyes Maroto, Diana Morant, Mónica García,… y otras muchas que, para cubrir cuota, nadie sabe bien para que sirven o han servido.
En lo privado, es cierto que crece, pero no lo hace a golpe de decreto, ni leyes ni cuotas. Responde, afortunadamente, a un efecto reconocido por expertos, que es la recuperación de nuestro retraso histórico en la formación femenina, lo que se denomina “entrar en la tubería profesional”, es decir, el tiempo necesario entre terminar la universidad (22–25 años) y llegar a un consejo de administración suelen pasar 20–30 años. No es una cuestión de cuotas ni de ideologías de izquierdas ni de derechas.
Igualdad salarial, brecha y empleo. Se habla mucho sobre la brecha salarial, y casi siempre, sin fundamento y con una intención partidista. El problema es que el debate público suele mezclar conceptos distintos bajo una misma etiqueta (“brecha salarial”) y eso genera mucha confusión.
Si se excluye el trabajo autónomo, el 54% del empleo por cuenta ajena se concentra en el sector público y en grandes empresas privadas, ámbitos donde los salarios están fuertemente regulados y la brecha salarial directa por puesto no existe.
Nos quedan las pymes, y aquí resulta que, según los estudios del INE y Ministerio de Trabajo, la brecha salarial “en bruto” es del entorno al 13%, pero, si uno quiere ser honesto, este dato hay que depurarlo para llegar a la “brecha ajustada”, y para ello hay que comparar, elmismo sector, misma ocupación, misma jornada, misma antigüedad, y el mismo tamaño de empresa,
Y cuando hacemos esto, los estudios coinciden en que la brecha se reduce drásticamente hasta el entorno del 3% y fundamentalmente en jornada parcial (mucho más frecuente en mujeres) y en sectores feminizados como la limpieza o ayuda a domicilio.
Esto no niega que no pueda haber problemas en algunos casos, pero coloca el problema donde realmente está, es decir, realmente no hay discriminación salarial directa por razón de sexo.
Subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), con el que la Sra. Yolanda Díaz señala que beneficia especialmente a mujeres, jóvenes y personas con salarios más bajos, donde ellas están sobrerrepresentadas.
No voy a ser yo el que discuta la necesidad de subir el sueldo a los trabajadores, pero lo cierto es que, desde hace 8 años, el salario medio de los españoles, descontando la inflación ha subido unos 70 euros al mes por año. Casi todo el incremento de la inflación se la ha comido el gobierno, en buena parte a través del IVA en el consumo. Y, además no hemos crecido nada en productividad, y, como sabemos, los salarios no pueden sostenerse a largo plazo por encima de la productividad.
Esto supone que producir la misma cantidad cuesta más dinero que antes, lo que encarece a las empresas y afecta a la competitividad. Es decir, como en tantas otras cosas, pan para hoy y hambre para mañana.
Violencia de género y “solo sí es sí”. Las cifras hablan por sí solas:
Víctimas mortales de violencia de género: en torno a 50/58 cada año. Las cifras mortales no muestran una mejora clara y sostenida, pese al incremento presupuestario ni a la creación del Ministerio de Igualdad. Sin hablar de las más de 1.200 reducciones de condena y más de 100 excarcelaciones (2023)
Empleadas de hogar: el Real Decreto-ley 16/2022 equipara derechos laborales y de Seguridad Social de las trabajadoras domésticas, incluyendo protección por desempleo, y responde a una sentencia del TJUE. Nada que objetar, esto sí ha sido una medida efectiva que ha permitido aflorar parte del empleo sumergido y el número de contratos ha crecido entre un 10 y un 20%. Me parece que en una han acertado.
Defendiendo, como lo hago, el concepto de fondo, creo que el problema con el feminismo es que se utiliza el feminismo como “bandera política”. Lo han convertido en un eje identitario y comunicativo, sobrerrepresentando el discurso respecto a otras políticas sociales y con una clara improvisación, ya que muchas medidas se anuncian antes de estar bien diseñadas o implementadas, lo que debilita su impacto real.
“Si las normas no mejoran la realidad, se quedan en buena voluntad.” con tendencia a atribuir cualquier mejora a la acción gubernamental, aunque sea parte de una tendencia previa. La acción pública es útil si corrige discriminaciones claras (ej. derechos laborales de empleadas de hogar), elimina barreras legales y garantiza mínimos (permisos iguales, protección jurídica), en caso contrario, son discursos vacíos y pérdida de tiempo y dinero.
Y ha llegado un momento en el que yo me pregunto ¿qué es el feminismo?, porque antes parecía estar claro: El feminismo es un movimiento social, político y cultural que busca la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres. Nada más (y nada menos). No habla de superioridad, ni de enfrentamiento, ni de ideología cerrada.
Históricamente, el feminismo nace para corregir desigualdades reales y legales, como, por ejemplo: no poder votar, no poder estudiar, no poder trabajar sin permiso del marido, no poder administrar su propio dinero, no tener protección legal frente a abusos. En ese contexto, el feminismo fue necesario, justo y eficaz. Pero ahora, veo dos problemas:
- Han aparecido feminismos muy diversos (liberal, radical, interseccional, institucional, socialista, cultural, posmoderno…), Interpretaciones ideológicas que suponen una gran confusión entre igualdad y confrontación. Ya no hay un solo feminismo, sino muchos discursos bajo la misma etiqueta.
Y por eso hay tanta polarización, porque todas estas corrientes usan la palabra feminismo, que a veces se contradicen entre sí. Cuando alguien dice “soy feminista”, puede estar diciendo cosas muy distintas.
- Institucionalmente, hay un fuerte componente de propaganda: lenguaje simbólico, gestos, leyes con alto valor declarativo y bajo seguimiento posterior, se basa en eslóganes, ignora incentivos económicos y sociales, sustituye el análisis por el señalamiento ideológico.
El feminismo se ha convertido en un marco ideológico más que en una herramienta práctica, a veces se mide más por presupuesto, por el lenguaje y por el simbolismo que por resultados reales. Se habla mucho, se legisla mucho, pero los cambios profundos son discutibles o lentos. Y esa percepción no implica ser “antifeminista”, sino crítico.
En el fondo, yo estoy convencido de que sí hay avances reales, pero los más importantes son pocos y muy concretos(permisos, empleadas del hogar) y gran parte de la mejoraresponde amaduración social, educativa y económica.
No voy a discutir que las políticas públicas pueden acelerar cambios reales cuando están bien diseñadas, pero cuando no lo están, se quedan en bandera ideológica o, incluso, generan efectos no deseados (como la Ley del sí es sí). Muchas conquistas legales crean el marco, pero la igualdad real se consolida cuando la sociedad madura. Educación, acceso a estudios, mercado laboral, tiempo… importan tanto o más que las leyes
Señores socialistas/feministas, el feminismo utilizado como “bandera política” no ayuda a la defensa de la igualdad jurídica y de oportunidades entre mujeres y hombres, solo a sus propios intereses.
José García Cortés
18-12-25