Estoy hasta el gorro estos días, con el 50 aniversario de la muerte de Franco, que si ese dictador, que la persecución en la retirada de las estatuas ecuestres, de las calles, de los símbolos, de los aproximadamente 180.000 muertos en combate por el bando republicano y de los aproximadamente 60.000 civiles.
Por supuesto nada escucho de los 50.000 muertos en combate del bando nacional o de los 150.000 civiles (más del doble) en la zona controlada por los sublevados.
Franco fue un dictador, por supuesto, ¿tenemos que celebrar el 50 aniversario de su muerte?, pues no lo sé. ¿deberíamos celebrar que la izquierda no respetara en 1934 las elecciones ganadas por el CEDA? ¿y la muerte del dictador Primo de rivera? ¿o la dictablanda de Berenguer? ¿o la de Fernando VII? o quizás ¿la muerte de Napoleón, o la de los borbones, o la de los Austrias o quizás de los reyes católicos, o …
Porque todos somos hijos de ellos, y también de los árabes, y de los romanos, y de los visigodos, y de otros pueblos germánicos, y de los cartagineses, y de los fenicios y los griegos, y de los celtas y celtíberos, ….
La historia de un país no se puede reescribir y todos somos partícipes (mal que nos pese) de sus hechos y sus culturas. La nuestra, como la de todos los países, se ha forjado a sangre y fuego, pero somos lo que somos porque sucedió lo que sucedió, conquistas, saqueos, muertes, represión,…
Si no queremos tener una memoria tan histórica (que deberíamos, para no repetirla), por qué no nos centramos en la historia más reciente, de cómo conseguimos obtener una democracia plena después de la muerte de Franco, en un hecho histórico que fue la envidia del mundo, como fue la transición.
¿Por qué se empeña Pedro Sánchez (no quiero hablar de la izquierda, porque la cosa tiene nombre y apellidos) en dividir a la sociedad y enfrentar otra vez a “dos bandos”, reabriendo tensiones ya superadas. La respuesta está clara: porque le interesa políticamente para atacar al otro.
¿No podríamos hacer lo que se ha hecho en muchos países democráticos (por ejemplo, Alemania, con todo lo que sucedió) que estudian y explican abiertamente las dictaduras anteriores sin que eso rompa la convivencia?
Franco fue un dictador, pues sí, y en su mandato podemos recordar cosas que se caracterizaron por:
- Mandato sin controles
- Censura y control de los medios de comunicación
- Control de libertad de expresión
- Control del poder judicial
- Influencia sobre la educación y vida social
- Control de los precios y de la producción
- Culto al líder
- Organización sindical controlada por el gobierno
- Control de la vida privada
- Aparato policial con espionaje interno
¡Coño!, ahora que me doy cuenta, todas estas cosas son la que hace Pedro Sánchez. ¡Oye, no será hijo de Franco!
Si un político usa el pasado para dividir, en lugar de gobernar, proponer soluciones o liderar, ese comportamiento suele encajar en varias categorías reconocidas en ciencia política, es un Populista, que busca dividir a la sociedad en “buenos” y “malos”, que utiliza la emoción por encima de los hechos, que agita temas sensibles para ganar apoyo y evita asumir responsabilidades actuales.
Cuando un dirigente evita afrontar problemas reales (economía, sanidad, vivienda…) recurriendo a polémicas históricas, debates identitarios, enfrentamientos culturales y acusaciones al adversario, solo tiene como objetivo desviar la atención de su falta de resultados.
Un político que compensa su falta de capacidad de gestión con discursos vacíos, enfrentamientos constantes, relato emocional, culpabilización del pasado o del adversario, lo que nos ofrece es mucho espectáculo y poca gestión real.
No hace falta remontarnos a la edad media para encontrar ejemplos como el de Pedro Sánchez (teniendo en cuenta el contexto histórico), Hitler es uno de los ejemplos más claros y extremos de la historia de un político que utilizó el pasado para dividir, polarizar y ocultar su incapacidad real para gobernar democráticamente.
De hecho, es uno de los casos más estudiados en politología, psicología social y sociología política.
Adolf, como Pedro, manipuló y exageró episodios del pasado alemán para culpar a otros de la derrota en la Primera Guerra Mundial (“puñalada por la espalda”), demonizar a judíos, comunistas, gitanos y otros grupos (Pedro lo hace con lo que llama la extrema derecha), presentar a Alemania como víctima histórica (Pedro lo hace con Franco), crear un relato de humillación que solo él podía reparar.
Adolf, como Pedro, utilizó el pasado reformulado como arma política, no como análisis histórico. “buenos alemanes” (los progresistas), “enemigos internos” → judíos, socialdemócratas, periodistas, intelectuales, homosexuales (la extrema derecha).
Cuando la economía alemana no despegaba, Adolf (como Pedro) desviaba la atención hacia conspiraciones, supuestos complots internos, agravios históricos, enemigos imaginarios. La culpa nunca recaía en su propio gobierno.
Adolf, (como Pedro), realizaba un exhaustivo control de medios para imponer un relato único, prensa estatal controlada, propaganda masiva, reescritura del pasado.
Goebbels (ministro de propaganda) desarrolló estrategias que todavía se estudian y se usan hoy, como “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.”
El resultado final es que este individuo, con el uso del pasado, provoca la división interna y una sociedad enfrentada.
Esperemos que, a diferencia de Adolf, Pedro no termine con el tesoro de democracia que tenemos, aunque camino lleva.
José García Cortés
22-11-25