En estos días pasados, una de las noticias destacadas en la información internacional es la llegada de una gran tormenta a Filipinas y Taiwán. Siguiendo la tradición de las tormentas de las últimas décadas, se trata de un tifón con vientos de más de 200 km por hora con rachas de 250, lluvias torrenciales y gran repercusión en zonas pobladas.
La aparición de huracanes en el océano Atlántico también es costumbre en estas semanas de final del verano e inicio del otoño. Todos los años las noticias describen estos fenómenos naturales que nos recuerdan el poder de las tormentas, el océano y, en esta medida, la fragilidad de los asentamientos humanos.
Uno de los conceptos o expresiones más frecuentes en nuestro día a día es “el cambio climático. Hemos vivido este año un calor más intenso que otros, dentro también de las habituales temperaturas tórridas de nuestros veranos.
Escribo desde Canarias, donde las temperaturas también han sido muy altas. En este mes de septiembre, hemos conocido ese calor de manera llamativa. No es habitual que al final de mes, en la semana que empieza el otoño, las temperaturas a las 12 de la noche lleguen a los 29 grados en Las Palmas de Gran Canaria. Los meteorólogos explican que se debe al cambio en los vientos (los alisios cambiaron sus habituales brisas del noroeste y se fueron de vacaciones, dando paso a vientos del sur y sureste, con arena del desierto – calima). Cuando tenemos una calima importante, el sol parece una lámpara de luz cálida en un cielo canela.
El próximo mes de noviembre, se celebrará una cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (cumbre anual de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). Se trata de un asunto objeto de controversia por no reconocerse de manera unánime las causas y mecanismos que expliquen lo que esta ocurriendo.
Las naciones unidas han declarado el año 2025 como el año de preservación de los glaciares, dada la evolución de su deshielo en las últimas décadas (más destacado desde mediados del siglo pasado). En lo que llevamos de siglo, nuestro planeta ha vivido un deshielo más veloz (más de 200 mil millones de toneladas anuales).
Aunque parezca un contrasentido, por la cantidad de agua fría que se vierte a los océanos, la temperatura global del agua del mar ha subido 0.4 º C desde 1993. Tengamos en cuenta que los océanos absorben cada vez más calor y que la superficie blanca – hielo- reflectante de la luz solar esta disminuyendo.
Los expertos afirman que existen evidencias de grandes cambios en las próximas décadas.
Si lo pensamos serenamente, podemos asumir toda esta avalancha de información como el resultado lógico de nuestro mundo actual, con información al minuto sobre todo lo que sucede en Castilla la Mancha o en el sur de china.
Tenemos la tentación de integrar todo lo que nos cuentan en el contexto de “esto ha sido así siempre” o “hace años ya ocurrían a veces estas cosas”.
La opinión pública, todos nosotros, nos alimentamos de la información que nos llega por los canales habituales y también podemos enterarnos de más cosas si nos sentamos a buscar datos más específicos en los organismos competentes en materia climática.
Las agencias oceánicas de los países más desarrollados informan en sus páginas web sobre lo que esta ocurriendo. Una de las noticias que todos conocemos es la posible alteración de la corriente del golfo en el Atlántico y el Pacifico. Se están publicando datos sobre el debilitamiento de la corriente del golfo (la llamada Corriente Circular del Atlántico : Atlantic Meridional Overturning Circulation (AMOC)).
Se trata de un movimiento de agua templada desde el Atlántico más próximo al ecuador, que se dirige al norte de la costa americana, y cruza hacia Europa desde latitudes próximas a Terranova bajando por la costa eurpera hacia el sur. Su influencia es enorme en las estaciones, las temperaturas y, en definitiva, en los patrones determinantes del clima en toda Europa. Cualquier cambio en esta corriente oceánica traerá novedades muy importantes.
El calentamiento del Ártico y el deshielo de superficies heladas en el océano polar (ha desaparecido el 40% del hielo Ártico en las últimas 4 décadas). Se estima que, en la década de 2040, por primera vez en la historia, el Ártico estará libre de hielo en verano. El llamado cambio en el vórtice polar originara cambios inesperados en Europa.
Podemos leer muchísimo sobre todo esto. El resumen es que, tal y como se deduce de los datos disponibles e, independientemente de las opiniones sobre las causas, vamos a vivir en las próximas décadas cambios drásticos en el clima. Podemos citar ejemplos:
El océano provocara grandes tormentas, que al llegar a la costa serán muy destructivas. La navegación será más compleja y los seguros del transporte marítimo subirán.
Las costas vivirán una gran transformación, no solo por la llegada de las tormentas sino por la subida del nivel del mar. Se estima que la subida media en 2050 será de 30 cm sobre el nivel actual. Este valor parece menor, pero no lo es.
Y mientras tanto, en Europa los partidos políticos siguen comportándose como es tradición: batallas entre ellos, por el poder. En otras naciones, sus gobernantes parecen asumir que todo este tremendo cambio es algo lejano, quizá irreal. En algunas partes del mundo, los seres humanos combaten con otros, o utilizan la fuerza para defender sus derechos.
Y nuestro planeta prepara un escenario nuevo. Algunas expresiones de los expertos como “incendios forestales de sexta generación”, o “tormenta del siglo”, o “el mediterráneo con temperaturas jamás registradas…” forman parte de nuestra vida cotidiana.
El equilibrio y orden naturales son una regla en nuestro planeta. Y se han alterado de modo muy importante. El retorno al equilibrio es incuestionable y cuestión de tiempo. Pero no mucho. Lo vera nuestra generación y las venideras.
Necesitaremos lideres que nos ayuden, que se organicen con los expertos y nos aporten soluciones. Y que nos den serenidad, ante la importancia de lo que viene.
Raul Ramos de la Plaza
26-9-2025