EL PROBLEMA PALESTINO-ISRAELÍ

Entender bien el problema palestino-israelí no es tarea sencilla, ya que se mezcla una gran historia que ha ido moldeando el carácter y la geografía de estos pueblos a la vez que factores religiosos y fuerzas externas han influido, y continúan, afectando de forma poderosa a la conformación del caleidoscopio actual.

Después de releer varias veces el magnífico libro de mi amigo Gonzalo Terreros, leer (y releer) varias obras más que cito al final en la bibliografía y utilizar intensamente la Inteligencia Artificial, he intentado hacer un “resumen”, necesariamente extenso, de las principales situaciones que nos llevan al estado actual del conflicto y me aventuro a realizar algunas conjeturas sobre los riesgos y posibles soluciones para terminar con este eterno conflicto.

Como todos los pueblos, hay que tener en cuenta su historia, porque conocer el pasado nos ayuda a entender ciertas cosas del presente e, incluso, de nuestro futuro próximo.

Hay algo común en casi todas las naciones del mundo y es que nuestra historia está plagada de invasiones y guerras que han provocado numerosas muertes, éxodos y un sufrimiento enorme a las poblaciones conquistadas.

Así, no podemos entender la España actual si no analizamos y comprendemos las consecuencias de las diferentes oleadas que hemos sufrido a lo largo de la historia sobre los primeros Íberos conocidos, como la llegada de los Celtas, Fenicios, Griegos, Cartagineses, Romanos, Pueblos Germánicos, Musulmanes, Reinos Cristianos (reconquista) y la invasión de los franceses de la mano de Napoleón (guerra de la independencia). Todo ello sin olvidar otros asentamientos o influencias relevantes como los judíos sefardíes, Bizantinos o los Piratas y saqueadores vikingos.

HISTORIA

De la misma forma que en casi cualquier país, pero mucho más extensa, dada su antigüedad, nos encontramos con una cultura (árabe-judaica) en la que hay que remontarse a 3.500 años antes de cristo.

Pero antes de continuar, y siguiendo a Eduardo Baura, me parece interesante definir algunos términos que ayudan a aclarar la historia y posterior evolución de estos pueblos para llegar a la situación actual y sobre todo, cuando además de las cuestiones nacionalistas se mezclan las raíces religiosas, lo cual forma un tablero diabólico de entender.

  • Israelita: Según la R.A.E., eran las personas hebreas originarias del pueblo semítico que conquistó y habitó Canaán, y, por tanto, pertenecientes al antiguo reino de Israel, descendientes de Abaham que poblaron la tierra prometida.
  • Israelí, Es la persona que tiene la nacionalidad del estado de Israel con independencia de su raza o su religión. Por tanto, hay Israelíes que son judíos, otros son árabes (un 25% aprox.), otros cristianos,….
  • Judío: Originariamente hacía referencia a los descendientes de la tribu de Judá y que después se extendió a toda persona que profesa la religión monoteísta basada en los textos sagrados de la Torá.
  • Sionista: partidario de la existencia del Estado de Israel. Se trata de un movimiento ideológico surgido a finales del siglo XIX que defendía la creación de un hogar nacional para los judíos.
  • Árabe:  Originariamente se hacía referencia a los naturales de la península arábiga y a sus sucesores que fueron expandiéndose por Oriente Medio y el norte de África. Es importante saber que los árabes, igual que los judíos son semitas, ya que, según la Biblia, descienden de Sem, hijo de Noé. Por tanto, el término correcto para referir el odio a los judíos es “antijudaísmo” y no “antisemitismo”
  • Musulmán: Que profesa la religión islámica, y al igual que los israelíes, no todos los árabes son musulmanes (aunque sí su inmensa mayoría), de hecho, hay árabes cristianos, drusos y de otras religiones.
  • Palestino: Desde un punto de vista histórico, sería cualquier poblador de la región que los romanos llamaron “Palestina”, y a la que después me referiré.

Sumerios, Egipcios, Hititas, Fenicios, Arameos, Filisteos, Asirios, Babilonios, Caldeos, Macedonios, Romanos, Árabes, Seleúcidas, Cruzadas cristianas, Mamelucos, Turcos otomanos,… conforman una historia casi interminable de ocupaciones, muerte, destrucciones, cautiverios y diásporas (tanto de árabes como de judíos) que han ido conformando diferentes mapas geográficos y el carácter irreductible de estos pueblos.

Dentro de la historia antigua quiero detenerme en cuatro hitos que me parecen especialmente relevantes para estos “pueblos” para, posteriormente, desarrollar la etapa moderna en la que empiezan a conformarse los inicios de “nación”.

  1. El origen. Acudiendo a la Biblia, ya que los testimonios arqueológicos son escasos, los judíos reivindican ser descendientes de Abraham (hace más de 3.500 años), quien tuvo dos hijos, Isaac de cuya rama proceden los judíos, que continuaron viviendo en la tierra de Canaán y el otro hijo (fruto de su relación con una esclava), Ismael, de cuya rama proceden los musulmanes, quien, según el relato bíblico fueron expulsados de la Tierra prometida y llegaron a la península arábiga, donde construirían la piedra negra que dio origen al santuario de La Meca.

En torno al año 1.000 A.C. los descendientes de Isaac Crearon el reino de Israel, cuyo primer rey fue Saúl y a quien sucedió el famoso rey David (que estableció su capital en Jerusalén), mientras que los árabes no regresaron a esa zona hasta el siglo VII D.C . Por tanto, se podría afirmar que los judíos no solo “llegaron primero” sino que además fueron los primeros en tener un reino.

Dicho reino (junto con su primer tempo levantado por el rey David) duró hasta el año 586 A.C. en el que los Babilonios los invadieron, arrasaron el reino y los llevaron cautivos a tierras mesopotámicas, dando inicio a la primera diáspora de los judíos.

  • Los romanos. En el 63 A.C. (Pompeyo) se hicieron con el control del territorio que pasó a conformar la provincia de judea, que gozó de un cierto autogobierno hasta el año 66 D.C., fechas en las que los judíos protagonizaron una revuelta contra el poder romano que fue sofocada con gran dureza (Tito), reconquistando Jerusalén y destruyendo por completo el tempo del que hoy solo queda el muro de las lamentaciones. La represión realizada por Tito provocó la segunda diáspora que llevó a los judíos a instalarse en numerosas naciones.  Pero eso no fue todo, ya que en el siglo II los judíos volvieron a revelarse y fueron sofocados con especial dureza (Adriano) en la que decenas de miles de judíos murieron o fueron expulsados, y Jerusalén fue convertida en ciudad romana. Además, quiso borrar toda identidad judía en la región, denominando a la provincia Syria Palaestina, que evocaba a los filisteos (pueblo ya desaparecido desde siglos antes, tradicional enemigo de Israel en la Biblia), quedando desde entonces, el nombre Palestina fijado en la geografía administrativa romana y bizantina y que pasó luego a la cartografía árabe, medieval y moderna, hasta llegar al uso actual.
  • La conquista Islámica. Tras la caída del imperio romano de occidente, la parte restante de del imperio (Bizantino), la región de Palestina (año 636) empezó a ser controlada por los árabes musulmanes, quienes respetaron la vida de los cristianos y judíos a cambio del pago de un impuesto adicional.

Otro dato destacable en esta época fue el conflicto que surgió, tras la muerte del profeta Mahoma (632 D.C. sobre quién debía liderar la comunidad musulmana. Suníes (≈85-90% del islam actual): defendían que el líder debía ser elegido por consenso entre los notables → así nació la figura del califa. Chiíes (≈10-15%): sostenían que la dirección legítima debía quedar en la familia del Profeta, en concreto en Alí (primo y yerno de Mahoma) y su descendencia.

La división suní-chií ha hecho que no exista un frente árabe-musulmán único contra Israel. A menudo, los suníes y chiíes se enfrentan más entre ellos (ej. guerras en Irak, Siria, Yemen) que contra Israel.

  • El imperio Otomano, eran turcos, no árabes, que, en general, durante los cuatro siglos que gobernaron la región, no prestaron especial atención al territorio de Palestina y se destacaron por la tolerancia al culto de otras religiones, lo cual permitió que la mayoría musulmana y las minorías judías y cristianas convivieran de manera pacífica. Esta situación se prolongaría hasta inicios del siglo XX.

EDAD MODERNA

Es el final del siglo XIX y principios del XX lo que yo denomino la “era moderna”, en la que no solo en esta región, sino en el mundo entero, comienza la inquietud en numerosos pueblos a empezar a anhelar la formación de un Estado nacional que diera cobijo a sus respectivas comunidades.

Y este fue el caso de los judíos, que habían sido acogidos en numerosas regiones de Europa oriental y otras del mediterráneo. Al amparo del auge del nacionalismo europeo se fue provocando un creciente “antijudaísmo”, empezando por el imperio ruso.

En 1.896, Theodor Herzl publicó El Estado Judío, una obra que desarrolló con mayor concreción las tesis sionistas ya esbozadas por el precursor Pinsker, haciendo hincapié de que no se trataba de una cuestión social ni religiosa, sino “nacional” y se plantea que el Estado judío debía fundarse en Argentina o en Palestina, aunque finalmente se descantaron por ésta última zona. Hay que destacar que los judíos no esperaron a la formación de un estado nacional para emigrar a Palestina, este territorio acogió a un número importante de judíos que escapaban de las persecuciones rusas y que se dedicaron fundamentalmente a trabajar las tierras que poseían los árabes, los cuales acogieron inicialmente bien esta inestimable ayuda en labores agrícolas.

Con el paso de los años, algunos terratenientes árabes (que para entonces suponía una aplastante mayoría superior al 81% a pesar de las últimas inmigraciones judías) dieron un paso más y comenzaron a vender tierras a los judíos.

Entre 1904 y 1914 se produce la segunda oleada de inmigrantes judíos que, si bien no supuso una variación muy importante en el porcentaje de la población, si supuso en un avance en su organización interna y un peso más importante en la región (entre las que destacan el primer kibutz.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL.

En 1914 había 525.000 musulmanes (76%), 70.000 cristianos (10%) y 94.000 judíos (14%). En este hito histórico se produce uno de los hechos más deleznables (por otro lado, nada sorprendente) de una de las grandes potencias, concretamente, por parte de los británicos.

Los gobernantes británicos (que controlaban Egipto), preocupados por la posibilidad de recibir un ataque en un punto tan estratégico como el Canal de Suez, comenzaron a orquestar una campaña para atacar a los otomanos en la región palestina. Para ello ofrecieron a los líderes árabes la creación de una nación árabe en la zona (la gran Siria) si les ayudaban en la guerra y estos aceptaron causando numerosos problemas al imperio otomano.

Por otro lado, y en secreto, los británicos también ofrecieron al pueblo judío el establecimiento de un hogar nacional (Declaración Balfour), pero ninguno de los dos pueblos sabía que el trilerismo británico no tenía límites pues los ingleses habían decidido previamente que el futuro dominio sobre Palestina sería británico ya que firmaron un acuerdo secreto con Francia para repartirse los territorios de Oriente Próximo (Acuerdo Sykes-Picot).

Al final de la guerra, en las reuniones que darían forma al futuro tratado de Versalles, no se tuvieron en cuenta las reivindicaciones de las comunidades y naciones que habían ayudado a los aliados a vencer en la guerra, lo cual dio origen a que los líderes árabes y judíos comenzaran a diseñar una propuesta, que fructificó en un acuerdo rubricado el 3-1-1919 para el establecimiento de un estado árabe y otro judío cuyas fronteras habrían de ser definidas más adelante. Esto demuestra que, hasta entonces, ambas comunidades mantenían una relación amistosa y compartían objetivos comunes.

EL FIN DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y EL MANDATO DE LOS BRITÁNICOS

Sobre este acuerdo citado entre líderes árabes y judíos, las potencias hicieron caso omiso y terminaron decidiendo por su cuenta el futuro de la región.

A mi juicio, la actuación de británicos y franceses fueron las CUMPABLES (con mayúsculas) de lo que aconteció posteriormente y de cuyos barros tenemos los lodos actuales, ya que, si hubieran cumplido con su palabra (que además, en justicia correspondía), no estaríamos hablando hoy sobre esto.

En el tratado de Versalles se acordó que los británicos administraran la región de Palestina bajo el estatus de “mandato”, una figura auspiciada por la recién creada S

ociedad de Naciones. Con esta fórmula se confiaba al Imperio Británico el control de la región hasta que se tomara una decisión definitiva sobre su futuro, lo cual no sucedió hasta 1948.

Los primeros en reaccionar contra el nuevo poder extranjeros fueron los árabes, ya que la disgregación de Oriente Próximo en diferentes naciones machacaba su proyecto de una Gran Siria (que era lo que le habían prometido los británicos) e intentaron conseguirlo por la fuerza, siendo derrotados en 1920 por las tropas occidentales. Esta derrota y la posterior consolidación de las nuevas naciones de la región, provocó que la unidad árabe se rompiera. Donde antes solo había árabes, ahora había árabes libaneses, árabes iraquíes, árabes sirios, árabes transjornados (posteriormente jordanos) y finalmente, árabes palestinos.

El problema fue que esta violencia árabe (los más exaltados), no solo se dirigió contra los británicos, sino que por primera vez atacaron a la población judía, lo cual generó la decisión de éstos de crear una organización paramilitar (haganá) destinada a defenderse. Esto constituyó el embrión del futuro ejército de Israel.

En 1929 se produce la masacre de Hebrón en la que murieron 130 judíos que dio lugar, por parte de estos a la creación del Irgún, una organización de carácter paramilitar escindida de la Haganá que llevaría a cabo ataques contra árabes musulmanes y británicos.

Y en la primera década de los años 30 se vuelve a producir una nueva inmigración judía que venían, principalmente huyendo de Alemania donde Hitler se había hecho con el poder y con un discurso abiertamente antijudío. Esta escalada de inmigración duró hasta el estallido de la segunda guerra mundial y supuso el aumento de la población judía en Palestina hasta el 40% sobre el total, generó una escalada en la amenaza para la población árabe que siguió atacando a británicos y judíos en Palestina, que, por cierto, cada vez prosperaban más y compraban tierras de mejor calidad a los árabes.

LA COMISIÓN PEEL Y LA SOLUCIÓN DE LOS DOS ESTADOS.

Los británicos tuvieron que reprimir con dureza los continuos ataques que estaban llevando a cabo los árabes y, tras imponer el orden, crearon una Comisión que tenía como objetivo encontrar una solución definitiva para la región. Fue designado Lord Peel que tenía como objetivo entrevistarse con las autoridades británicas, así como con los miembros de las comunidades judía y árabe.

Mientras que la comunidad judía fue de absoluta cooperación, el líder de los musulmanes se negó desde el principio a colaborar, aunque al final accedió a participar pero con una posición maximalista: La inmigración judía tenía que pararse por completo y Palestina debía ser una nación árabe de carácter islámico.

La Comisión Peel concluyó que Palestina debía dividirse en dos estados, un 70% árabe un 20% judío y un 10% de zona neutral.

Los judíos aceptaron el plan (con alguna petición) y los árabes lo rechazaron por completo y, además, iniciaron una auténtica insurrección armada contra judíos y británicos..  PRIMERA OPORTUNIDAD PERDIDA POR PARTE DE LOS ÁRABES PALESTINOS.

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

En el estadillo de la segunda guerra mundial, los judíos se posicionaron desde el primer momento al lado de los británicos (a pesar de su descontento con ellos) porque tenían claro que lo prioritario era evitar la victoria de Hitler. Dicha ayuda se materializó en un apoyo directo al ejército británico y en la ayuda a los judíos que llegaban huyendo de la persecución nazi.

Por la otra parte, los árabes no dudaron en apoyar a los nazis, con quienes compartían su animadversión hacia los judíos, aportando unos 20.000 voluntarios. Incluso se ha especulado con la posibilidad de que, en reuniones con Hitler, el líder árabe hablara sobre el exterminio de los judíos. SEGUNDA OPORTUNIDAD PERDIDA POR PARTE DE LOS ÁRABES PALESTINOS.

Al finalizar la guerra, los británicos, exhaustos por el esfuerzo realizado, necesitaban desprenderse lo antes posible del mandato, por lo que comunicaron a la ONU su decisión de poner fin al mandato. Al final de la guerra vivían en Palestina 1,5 millones de árabes y 500.000 judíos, que ya suponían el 25% de la población y, además, estaban más cohesionados y mejor organizados que los árabes.

La ONU envió una delegación para conocer de primera mano la situación y de nuevo ocurrió como con la Comisión Peel, los árabes se negaron a cooperar manifestando que nunca aceptarían nunca un estado judío, e incluso, públicamente que no conseguirían su nueva nación sin luchar por ella, mientras que los judíos colaboraron desde el primer momento.  TERCERA OPORTUNIDAD PERDIDA POR PARTE DE LOS ÁRABES PALESTINOS.

EL 29-11-1947 la ONU aprueba la resolución que contenía el plan de partición, encontrándose con la amenaza de la Liga Árabe de que tendrían que enfrentarse a una guerra que sería comparable a las matanzas de los tiempos de los mongoles y las cruzadas, lo cual no era broma, ya que desde el día siguiente se comenzaron a registrar incidentes violentos en la región bajo el lema “degollad a los judíos”·

El 14-5-1948 David Ben-Gurión declara formalmente la creación del Estado de Israel, reconocido inmediatamente por EEUU y dos días después por la URSS. Sin embargo, las intenciones de sus vecinos árabes no pasaban precisamente por reconocer a Israel y pocas horas después, Transjordania, Líbano, Irak, Egipto y Siria desplegaron sus ejércitos y atacaron el territorio palestino.

Hasta aquí podemos comprobar cómo los árabes (a pesar del rencor que pudieran almacenar por haber sido traicionados por los británicos) han ido renunciando a las soluciones que se les ofreció y, al contrario de lo que hicieron los judíos de ir construyendo poco a poco su Nación, se dedicaron a practicar la violencia, como el mejor de los perros del hortelano.

PRIMERA GUERRA ÁRABE-ISRAELÍ

Entre mayo 1948 y julio 1949 el recién creado Estado de Israel tuvo que luchar contra cinco países a la vez, aunque bien es cierto que los combates se produjeron sobre todo contra egipcios, sirios y jordanos, mientras que la participación de libaneses e iraquíes fue menor. Hay que destacar que el interés fundamental de los jordanos y egipcios era el de anexionarse el territorio del, todavía no creado, territorio árabe palestino (Jordania los territorios de Cisjordania y Egipto Gaza). Una nueva traición que sufrieron los árabes palestinos, pero en esta ocasión, por parte de otros árabes. Vemos, por tanto, cómo los verdaderos responsables de que el Estado árabe en Palestina nunca llegara a formarse fueron, por un lado, los propios árabes palestinos a no aceptar las tres oportunidades que tuvieron de crearlo y por otro lado a las naciones árabes vecina. Este hecho, que es de capital importancia, no suele subrayarse lo suficiente por parte de los defensores acérrimos de la causa palestina, que suelen atribuir a Israel toda la responsabilidad sobre el Estado Palestino.

Quiero hacer aquí una digresión para poder entender mejor lo que sigue:

Una de las cosas que me ha llamado la atención sobre todo lo que he leído, es que el pueblo judío ha mantenido siempre una fuerte conciencia colectiva de identidad nacional, religiosa y cultural, incluso sin territorio propio. Esta identidad se ha sostenido sobre varios pilares:

  • Religión (que no es solo una religión sino un marco normativo completo de vida, y la torá y el Talmud, queofrecieron una guía común que permitía mantener la cohesión comunitaria incluso en contextos muy distintos).
  • Idioma (Aunque los judíos adoptaron idiomas locales, muchos mantuvieron el uso del hebreo litúrgico, el yidis -en Europa- o el ladino -en el mundo sefardí-).
  • Instituciones propias (A lo largo de la historia han mantenido comunidades autónomas (kehilá), escuelas, sinagogas y tribunales religiosos propios incluso en países hostiles).
  • Memoria colectiva y anhelo de retorno (Durante siglos, se mantuvo el deseo de volver a Sion -Jerusalén-. Este ideal se expresó religiosamente -“El año próximo en Jerusalén”- y, con el tiempo, políticamente con el sionismo).
  • Persecuciones y expulsiones comunes (La experiencia compartida de antisemitismo y discriminación reforzó aún más su identidad de grupo singular).

En resumen: A falta de un Estado, el pueblo judío desarrolló una identidad transnacional única, resistente al paso del tiempo y a la dispersión.

Por el otro lado, hay que entender que, en la identidad árabe, antes del islam, eran tribales, con fuerte lealtad al clan y a la tribu, y, aunque el Islam (siglo VII) creó una unidad religiosa, su cohesión ha sido más religiosa que nacional, la lealtad a la tribu, familia o región siguió siendo muy fuerte, enfrentándose a la diversidad de Estados, religiones (suníes, chiíes, cristianos) y realidades locales. En el caso palestino, hubo apoyos y traiciones de otros países árabes, porque cada régimen priorizaba su interés nacional sobre la causa común.

Resultado → Una identidad compartida árabe e islámica, pero fragmentada por divisiones políticas y regionales.

Estas características identitarias supusieron que los judíos tuvieron la habilidad de organizar un proyecto nacional común (sionismo) incluso en diáspora, mientras que los árabes palestinos han sufrido tensiones entre intereses locales, divisiones internas (Hamas vs. OLP, por ejemplo) y muchas controversias con los países árabes vecinos. Los Estados árabes muchas veces usaron la causa palestina como bandera, pero sin ceder en sus propios intereses, lo cual ha impedido una estrategia unificada.

Retomando el punto de la primera guerra árabe-israelí, decir que, entre febrero y julio de 1949, Israel firmó una tregua con cada uno de los países árabes (cuya imagen quedó muy dañada por la derrota) aunque éstos siguieron sin reconocer formalmente ni la existencia de Israel ni su derecho a la posesión del territorio que ocupaba.

Las treguas firmadas por Israel con Egipto, Siria y Jordania confirmaron los cambios territoriales que se habían producido como resultado de los combates. Dichas fronteras se mantuvieron estables hasta 1967. PRIMER AUMENTO DEL TERRITORIO DE ISRAEL, que fue fruto de una acción defensiva por parte de los judíos.

Otra consecuencia importante de esta guerra, además de los 20.000 muertos, fueron los cientos de miles de árabes que abandonaron sus casas (aunque unos 150.000 se quedaron en Israel y sus descendientes son parte de la comunidad árabe que conforma actualmente Israel -25%) y las casas de los árabes  fueron ocupadas por los judíos alojando en ellas a más de 600.000 de los suyos que fueron expulsados de otras naciones árabes tras la guerra, con el consecuente problema de adaptación a su nueva realidad.

LA GUERRA DEL CANAL DE SUEZ

En junio de 1.956 el dirigente egipcio Nasser anunció la nacionalización del Canal de Suez y cerró los estrechos de Tirán, formando al tiempo una alianza militar con Jordania y siria preparando un nuevo conflicto bélico, lo que motivó que el 29 de octubre Israel (de acuerdo con británicos y franceses, muy afectados por las medidas de Nasser) atacó ocupando el Sinaí, que tuvo que abandonar poco después ante las presiones de la ONU.

Esta guerra dejó de manifiesto a Israel que estaba rodeado de importantes enemigos (que contaban además del apoyo de la URSS), lo que le llevó a explorar la opción de que se hicieran con la bomba atómica.

ACONTECIMIENTOS EN LA DÉCADA DE LOS 60

Dos acontecimientos importantes que provocaron mayor desestabilización a la situación política de Oriente Próximo:

  1. Golpe de estado en Siria por parte de Hafez al-Assad, que se destacó por su animadversión hacia Israel y que causó numerosos quebraderos de cabeza al país sionista, entre otras cosas debido a su alianza con Irán, liderado entonces por Jomeini.
  2. Creación en 1.964 la OLP, a la que se unieron casi todos los movimientos nacionalistas palestino, excepto, inicialmente, Fatah, dirigida por Arafat, que, a la postre, era un joven egipcio que preconizaba la acción violenta contra Israel

Estos hechos fueron de vital importancia porque ponían sobre la mesa, de nuevo, la necesidad de la creación de un Estado Palestino, aunque, de nuevo, dejaron claro que su objetivo consistía en la conquista de todo el territorio palestino, incluyendo a Israel, ignorando por completo la alternativa ofrecida desde la ONU.

LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS

Tras un corto periodo de paz, en mayo de 1.967 Nasser ocupa la península del Sinaí (expulsando a los cascos azules que velaban por la seguridad de la zona) y además de cerrar de nuevo el estrecho de Tirán, acumuló casi un millar de tanques y cien mil soldados en la frontera con Israel. Todo ello con el respaldo unánime del resto de las naciones árabes y una alianza militar firmada con Egipto, Jordania, Siria e Irak.

Israel atacó (preventivamente) y consiguió una victoria aplastante ocupando el Sinaí, liberar Jerusalén, ocupar la totalidad de Cisjordania y los Altos de Golán, todo ello en solo 6 días. Las consecuencias de esta nueva guerra es que Israel triplicó su territorio, aunque en acuerdos posteriores devolvió alguno de ellos. SEGUNDO AUMENTO DEL TERRITORIO DE ISRAEL, también conseguidos de manera defensiva.

Todo ello generó una nueva oleada de refugiados árabes que recalaron en Jordania, Siria y Líbano y la construcción de los primeros asentamientos israelíes, los famosos “colonos”, principalmente en la parte de Cisjordania y parte oriental de Jerusalén.

Tras la humillante derrota de Siria, Jordania y Egipto, dejaron claro que no pararían de luchar hasta la destrucción del estado sionista y supuso la incorporación de Arafat a la OLP, cuyo movimiento se radicalizaría aún más iniciando una campaña de ataques contra intereses israelíes.

LA GUERRA DEL YOM KIPPUR

El 6-10-1.973 cogieron por sorpresa a Israel y Egipto entró en la península del Sinaí y Siria centró su ofensiva en el monte Hermón y en los Altos del Golán, convirtiéndose en la guerra más dura para Israel y en la que más cerca estuvo de ser derrotada. A pesar de ello, pudo recuperar los territorios que había ocupado seis años antes.

Desde el punto de vista territorial no tuvo consecuencias transcendentales, pero sí el convencimiento, por ambas partes, de que tenían que encontrar una solución pacífica a la situación en la región. Fue entonces cuando la OLP decidió dar un giro a su estrategia y comenzó a abrirse a la vía diplomática.

Esta voluntad, y a pesar de que los ataques no cesaron, el acuerdo de paz se convirtió en una opción cada vez más real a partir de 1.977, (acuerdos de Camp David) época en la que el presidente egipcio Sadat decidió dar un paso adelante y asumió los dos presupuestos básicos que defendía históricamente Israel, su reconocimiento como país y el establecimiento de una negociación directa entre Israel y los Estados árabes, en las que, inicialmente los representantes palestinos quedaban excluidos.

La fórmula que resume el acuerdo (ahora tan de moda) es “paz por territorios”, y esto se traducía en que, a cambio del reconocimiento de la existencia legítima como país, Israel devolvería a Egipto el control sobre la península de Sinaí y éste se comprometía a que los accesos de Israel al Canal de Suez y el Golfo Pérsico, a través del estrecho del tirán quedaran abiertos de manera permanente.

LA REVOLUCIÓN IRANÍ

En 1.979 un nuevo episodio vino a enturbiar, aún más, el panorama en Palestina, toma el poder el ayatolá Jomeini con lo que Israel pierde el gran aliado que tenía en la región como lo era el sha de Persia, ya que Irán, al igual que Turquía no era un país árabe y, además, la mayoría de Iraníes son chiíes.

Desde su llegada, Jomeini declaró la guerra al mundo occidental ya que eran la fuente del pecado y perversión, representado en primer lugar por EEUU y por Israel por entender que era un Estado sin legitimidad al gobernar un territorio que pertenecía al Islam.

Amigo desde hacía tiempo de Arafat, se volcó desde el inicio en favorecer la causa palestina y en diseñar una estrategia para atacar militarmente a Israel, no solo apoyando a las organizaciones paramilitares palestinas sino en crear y financiar guerrillas que atacaran a Israel desde otros países. Fue el creador de “la guerra en la sombra”.

LA PRIMERA GUERRA DEL LÍBANO

A la compleja configuración de este país, caracterizada por un complejo equilibrio entre cristianos, sunníes y chiíes, se le sumo en la década de los 70 la llegada de miles de refugiados palestino entre los que se encontraban 20.000 guerrilleros de la OLP que habían sido expulsados de Jordania y que comenzaron a realizar ataques al norte de Israel. Todo esto llevó a una desestabilización del país que provocó en 1.975 una guerra civil que se prolongó durante varios años.

Israel, cansado de los ataques que recibía por parte de la OLP desde el Líbano, inició una ofensiva para acabar con la actividad de los guerrilleros, llegando hasta Beirut y cercando a Arafat y al resto de dirigentes de la OLP.

Debido a las presiones de EEUU, no culminaron sus objetivos y dejaron que Arafat y sus fedayines abandonaran Líbano con destino a Túnez donde iniciaron su exilio. Este hecho tuvo sus consecuencias porque provocó el surgimiento de otras organizaciones, aún más extremistas como la Yihad Islámica y, posteriormente, Hamás,  que contaron con el apoyo de los palestinos más jóvenes y exaltados y la financiación de Irán, que, precisamente en 1.982 creó Hizbulá, la primera y más importante de las guerrillas de los ayatolás, que creció hasta el punto de convertirse de facto en el amo y señor de casi la mitad del Líbano.

LAS INTIFADAS Y EL CAMINO HACIA LA PAZ

El escenario para Israel, bastante acostumbrado a las guerras con otros países y en los que su creciente poderío militar se había ido consolidando e impuesto a sus contrincantes, se fue transformando en “luchas callejeras” que enfrentaban al ejército israelí a la población civil de Gaza y Cisjordania de la mano de la Yihad Islámica y de Hamás cuyo corte no era nacionalista sino islamista y con el objetivo de acabar con Israel y hacer de Palestina una nación árabe islámica.

A pesar de esta situación, Arafat, como representante de la OLP dio pasos históricos en la solución palestina de los dos Estados (muy criticados en el seno de sectores más radicales palestinos). No obstante, el líder palestino cometió el error, en la invasión de Kuwait realizada por Saddam Husseín, al ponerse de su lado, lo cual, a pesar de todo, no fue un obstáculo insalvable para continuar con las negociaciones, cuyo siguiente paso hacia la paz se dio en España (auspiciado por George Bush y Mijail Gorbachov), en el que ambos bandos decidieron que cualquier solución pasaría por la fórmula “paz por territorios”.

Estas bases de Madrid tuvo un avance en 1.992 en Oslo donde se alcanzó un principio de acuerdo al que, para ser ratificado, invitaron a Washington a los líderes que escenificaron el acuerdo con un breve apretón de mano entre el líder palestino y judío y que se tradujo en que la OLP reconoció oficialmente la existencia de Israel y su derecho a permanecer en el territorio y a cambio Israel  se comprometió  a retirarse progresivamente de Gaza y Cisjordania (dieciséis veces mayor que Gaza) dividida en una serie de sectores, quedando pendiente el estatus de Jerusalén y la resolución de los asentamientos.

En contra de estos avances, determinados grupos extremistas, tanto por parte de la población de Israel como de Palestina, se encargaron de torpedear estos acuerdos, que habían empezado a materializarse en 1.994 con la retirada de Israel de Gaza y la vuelta de Arafat de su exilio, con nuevos atentados y masacres, así como el magnicidio de Isaac Rabín.

En 1.999 Ehud Barak ganó las elecciones en Israel decidido a continuar con las negociaciones de paz, aceptando la invitación de Bill Clinton para celebrar una nueva cumbre en Camp David, aunque las negociaciones no llegaron a buen puerto. Esta fue la última.

Desde entonces se han sucedido una serie interminable de oleadas de atentados suicidas perpetrados por palestinos sacudiendo las principales ciudades de Israel, que, además se incrementaron con la llegada de Hamás al poder en 2.007, tras ganar los comicios y tomar el control, expulsó a Al Fatah en un enfrentamiento con centenares de muertos palestinos. El lanzamiento de rivales desde los tejados fue el reflejo de este nuevo régimen.

Hemos podido observar un esquema parecido siempre en estos enfrentamientos: ataque de Hamás y represiones del gobierno israelí a través de incursiones del ejército o por medio de bombardeos de ciudades de Gaza, provocando siempre decenas o centenares de muertos en la población civil.

Y así se ha ido repitiendo la historia hasta llegar a los atentados de Hamás el 7 de octubre de 2.023 tras un periodo en el que los islamistas “durmieron” a Israel haciéndoles pensar que prefería la calma basada en la ayuda catarí (30 millones de dólares mensuales y proyectos) y los permisos de trabajo a los casi 20.000 gazatíes en Israel, pensando (ilusamente) que si los palestinos tenían algo que perder no emprenderían acciones criminales.

Lo cierto es que Hamás no ha mostrado voluntad real de un acuerdo político definitivo con Israel, usa la población civil como escudo estratégico, algo ampliamente documentado y su ideología es fundamentalista islámica y su prioridad es la resistencia armada, no la negociación. Esto ha convertido a la población de Gaza en rehén de un conflicto donde el costo humano es enorme.

PRIMERA REFLEXIÓN

Soy consciente de que es difícil analizar este conflicto sin tomar partido, máxime si tenemos en cuenta que Hamás se ha convertido en un maestro del relato. Es difícil no emocionarse con las desgarradoras imágenes de mujeres y niños entre escombros de los edificios bombardeados o buscando comida, sanidad o refugio.

Pero del análisis de los acontecimientos pasados, yo al menos, deduzco que los árabes palestinos han tenido numerosas oportunidades para tener su Estado y vivir en paz, y también que Israel, a lo largo de la historia, lo intentó todo con Gaza (anexionarlo como Ben Gurión u ofrecerlo como Menajem Beguin a Egipto, ocupación y retirada, colonis y desmantelamiento de colonias, bloqueo y desbloqueo, negociaciones y escaladas, cierre y salida voluntaria,….).

SEGUNDA REFLEXIÓN, ¿Y AHORA QUÉ?

El 7-O es un punto de inflexión en la historia de un país, hoy más activo, con tres prioridades (seguridad, seguridad y seguridad) y menos abierto a las críticas y a los consejos.

A Israel le resultaría más cómodo y barato llegar a un acuerdo para que los palestinos tuvieran su territorio (siempre que se les garantice su seguridad) que estar en una alerta permanente. Pero el fanatismo religioso, consignas políticas, sed de venganza, lavado de cerebro, mimetismo de lo visto en las redes sociales e, incluso, problemas estrictamente personales puede desembocar en otro atentado.

Yo estoy cansado de ver posiciones “buenistas” que están de moda (como la de nuestro querido Pedro Sánchez) de reconocer la Nación Palestina en un acuerdo de “paz por territorios”. Pero ¿qué paz y qué territorios?

La historia se ha ido escribiendo y ha ido avanzando y resulta que cuando el informe Peel había en total 1.500.000 habitantes, de los cuales 1.000.000 eran palestinos musulmanes, unos 400.000 judíos, unos 110.000 cristianos y otros 20.000 entre drusos, circasianos y otros. Y en la actualidad, para el mismo territorio, la población total estimada en Israel es de 10 millones de personas (aprox. 7,4 judíos, 1,8 musulmanes, 185.000 cristianos y unos 500.000 entre drusos y otros, mientras que en los territorios de Gaza y Cisjordania hay unos 5,4 millones de palestinos y unos 760.000 colonos en territorios ocupados.

Todo esto para un territorio que es similar a las provincias de Valencia y Murcia (en el caso de Israel, y de Cantabria y Menorca en el caso de los Palestinos. Por tanto, solo desde el punto de vista poblacional, la solución ahora es infinitamente más compleja que cuando pudieron aceptar la solución Peel.

Pero, además, ¿existe la “voluntad” de alcanzar un acuerdo de paz?, y aquí nos encontramos con el principal problema: Hamás es una organización terrorista que no reconoce el derecho a existir del Estado de Israel. Ya en su carta fundacional incluye objetivos maximalistas, como la creación de un Estado islámico sobre todo el territorio palestino, negando la solución de dos Estados y rechazando explícitamente los acuerdos de Oslo, la mediación internacional o cualquier negociación basada en el statu quo actual.

Hamás no representa a toda la población palestina, pero controla la Franja de Gaza desde 2007 tras un violento enfrentamiento con Fatah (Autoridad Nacional Palestina), por lo que sólo será posible un entendimiento si Hamás es eliminado o desarmado ya que representa una amenaza existencial para Israel.

Para los “buenistas” que defienden la causa palestina (en su situación actual), deberían saber que tienen apoyo estatal de Irán, patrocinador clave, proporcionando anualidades estimadas entre 100 y 350 millones USD, además de armas, entrenamiento y respaldo logístico. Durante décadas ha entrenado y armado a Hamás, supliendo habilidades tácticas clave como construcción de túneles y fabricación de cohetes.

Por otro lado, Qatar, ha transferido más de 1.800 millones USD a Hamás y facilitado entre 30 millones USD al mes para pagos civiles y funcionamiento en Gaza, aunque en ocasiones ha actuado como mediador, su respaldo institucional ha sido esencial para Hamás.

También en Europa occidental surgen campañas online que recaudan decenas de millones de euros al año para Hamás, muchas veces supuestamente para aliviar el sufrimiento en Gaza, pero en la práctica canalizando fondos hacia la organización.

Hamás usa criptomonedas, entidades ficticias y organizaciones caritativas para evadir sanciones y financiar su brazo militar, según investigaciones del Tesoro de EE. UU. 

Y no olvidemos el otro eje del mal, Hizbulá en el Líbano, que recibe entre 700 millones y 1.000 millones USD al año de Irán, que incluyen apoyo militar, estratégico e ideológico. Opera Bayt al‑Mal, su banco interno que invierte activos, financia operaciones y actúa como nexo con el sistema bancario legal, controla proyectos económicos, donaciones, cooperativas, hospitales y escuelas en barrios chiíes, integrándose profundamente en la sociedad.

Es verdad que después del conflicto con Israel en 2024, Hizbulá se está enfrentando a presiones financieras por lo que reconsidera reducir su arsenal pesado y ha sido objeto de sanciones por redes que evadían bloqueos internacionales.

¿Por qué representan un problema para la paz?, porque ambas organizaciones controlan territorio y población, con infraestructuras sociales propias. Esto les da peso político y legitimidad local. Además, tienen sus propios ejércitos (cohetes de Hamás, misiles y drones de Hizbulá), fuera del control del Estado palestino y del Líbano, imposibilitando la negociación sin su desarme. Y todo esto es posible porque funcionan como apoyos regionales de Irán, generando dinámica de proxy contra Israel y tensiones con EE. UU., Arabia Saudí y poderes regionales.

Entonces, la pregunta que surge es lógica: ¿por qué, si Hamás, Hizbulá e Irán son reconocidos por muchos países como focos de desestabilización, no se logra neutralizarlos financieramente o desmontarlos.? Bueno, en parte se está haciendo ya, pero tiene límites.

¿Qué se ha hecho ya?

  • Sanciones internacionales: Estados Unidos, la UE y muchos países árabes han sancionado a Hamás, Hizbulá e Irán y se han bloqueado cuentas, perseguido donaciones encubiertas y limitado exportaciones sensibles.
  • Listas negras de terrorismo: Hamás y Hizbulá (su ala militar) están en la lista de organizaciones terroristas en EE. UU., la UE, Canadá, etc.
  • Investigaciones sobre criptomonedas y ONGs tapadera: Se han desmantelado canales de donación que usaban ONGs supuestamente humanitarias y el Tesoro de EE. UU. ha congelado fondos de criptomonedas y redes bancarias en el Líbano, Gaza y Qatar.

Entonces, ¿por qué no desaparecen?: Porque estas organizaciones tienen estructuras híbridas, combinando:

  • poder militar (armas, milicias),
  • control territorial (como Gaza o el sur del Líbano),
  • redes sociales y educativas (colegios, hospitales, mezquitas),
  • y legitimación ideológica y popular (en parte de sus sociedades).

Además, tienen apoyo de potencias con intereses geoestratégicos (Irán, en particular).

Adicionalmente surge una pregunta incómoda: ¿existen otros intereses ocultos?: SI, la industria armamentística se beneficia de la inestabilidad, ya que países como EE. UU., Rusia, Francia, Reino Unido, Irán, China, Turquía o Israel tienen intereses militares y económicos en la región, por lo que la venta de armamento es una fuente inmensa de ingresos para muchos de estos países, y Oriente Medio es uno de los principales mercados del mundo.

  • Arabia Saudí, Israel, Egipto, Irán, Turquía y Emiratos Árabes son importadores o productores clave de armas.
  • EE. UU. ha exportado en la última década más de 130.000 millones de dólares en armamento a Oriente Medio.
  • Israel es también uno de los mayores exportadores de tecnología militar del mundo.

Entonces, aunque no sería cierto que los conflictos se provoquen solo para vender armas, sí hay países y lobbies que no tienen un incentivo claro para una paz estable, porque la tensión favorece su industria, influencia geoestratégica y control regional.

En consecuencia, podemos concluir que, aunque hay esfuerzos reales para frenar financieramente a Hamás, Hizbulá e Irán, el problema es que estos actores están profundamente integrados en el poder local y regional, y se mueven con mucha habilidad en la zona gris entre lo legal, lo político, lo social y lo militar y, además, la venta de armas, el juego geopolítico de bloques y la falta de consenso internacional real hacen que, aunque todos digan querer la paz, nadie tenga incentivos suficientes para desactivar completamente a estos grupos.

SOLUCIONES

Son fáciles de aventurar desde un despacho en el que no caen las bombas, no falta avituallamiento para sobrevivir y no hemos perdido familiares como consecuencia de los estragos de la guerra (de un bando u otro).

Desde luego, no se consigue con cuatro manifestaciones populares con un pañuelito palestino al cuello, ni con declaraciones “buenistas” de que la solución es la de los dos estados. Esto ya hace muchos años que se vio como solución posible. No, tendríamos que construir una alternativa política realista y sostenible a Hamás, dentro de Palestina, y qué rol podría desempeñar una coalición internacional comprometida con una paz duradera. Esta es una de las cuestiones más debatidas en diplomacia internacional hoy.

La clave está en hacer desaparecer a Hamás y crear un liderazgo palestino fuerte, legítimo y unificado, con respaldo popular y reconocimiento internacional y para ello no se puede dejar sola a Israel, que creo que ya está haciendo lo único que puede hacer, que es acabar con los terroristas a través de la fuerza de las armas, por mucho que duela el sufrimiento de la población civil. NO, es necesario un compromiso internacional decidido y costoso, en dinero y tiempo.

Como dice mi amigo Gonzalo, Israel y Palestina solo podrán llegar a acuerdos en un ambiente de tranquilidad, con una resolución previa de los extremismos internos y una voluntad decidida de resolver con realismo los puntos más calientes de sus diferencias y con la intervención de EEUU, UE, rusia, China y los otros países árabes de su entorno. Al tiempo que se dota de viabilidad económica a Palestina para que abandone la vía de las armas como única solución.

Soy consciente de que parece la carta a los Reyes Magos de Oriente (y nunca mejor dicho), pero al menos sobre un frío papel, no me resisto a explorar las posibles vías para solucionarlo.

Escenarios posibles:

  1. Reforzar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), (liderada por Fatah y con sede en Cisjordania) es reconocida internacionalmente, pero está muy debilitada y desprestigiada en Gaza, por lo que se necesitaría reformas internas profundas: lucha contra la corrupción, apertura democrática, liderazgo joven, así como una importante presión internacional para que Hamás ceda el control de Gaza y se permita una transición pactada.
  • Gobierno de unidad nacional palestino, Integrando a Hamás políticamente, exigiendo su desarme y aceptación del marco de paz (como, por ejemplo, se hizo con el IRA en Irlanda del Norte y para lo cual se requiere una fuerte presión de Egipto, Qatar y la ONU para que aporte garantías internacionales de seguridad.

Para ello es imprescindible una coalición amplia, seria y comprometida debe incluir tanto a potencias occidentales como a actores regionales clave. Por tanto, estaríamos hablando de la participación de Unión Europea, Estados Unidos, Egipto, Jordania, Qatar, Arabia Saudí, Turquía, Naciones Unidas (Rusia y China bastarían con que se quedaran quietecitas) y todos con papeles diferenciados: financiación, mediación, verificación, presión política o militar disuasoria.

¿Qué herramientas habría que utilizar?

  • Presión diplomática, exigiendo reformas palestinas condicionadas a apoyo económico.
  • Despliegue de observadores, para supervisar la transición en Gaza (como en Kosovo, Timor Oriental o Bosnia).
  • Plan Marshall para Gaza, con fondos masivos para reconstrucción, por supuesto vinculados a la paz y desarme.
  • Garantías de seguridad a Israel (frontera segura) y a Palestina para evitar represalias o reocupaciones.

Si no se consigue esto, Hamás se mantendría como única autoridad en Gaza, legitimado por el vacío, Israel seguiría en una lógica de guerra prolongada, sin salida política, la radicalización aumentaría, especialmente entre jóvenes palestinos y la crisis humanitaria seguiría alimentando resentimiento y debilitando cualquier intento de normalización.

Pero actuar sobre el territorio Palestino en forma similar a la indicada es condición necesaria, pero no suficiente, porque si no se consigue cortar el oxígeno que alimenta la llama, no habremos conseguido nada. En este sentido, hay que mirar, también a otros lugares, puesto que mientras Irán y, en menor medida, Qatar sigan financiando y respaldando a grupos como Hamás o Hizbulá, cualquier solución diplomática estará siempre condicionada o incluso bloqueada desde fuera.

Irán es el gran patrocinador militar-ideológico, siendo el sostén de Hamás y Hizbulá, con financiamiento, entrenamiento, armas y estrategia. Tiene una red de «milicias por delegación» (proxy) en Irak, Siria, Yemen, Gaza y Líbano y su objetivo no es solo antiisraelí: busca proyectar influencia regional y contrarrestar a EE. UU., Israel y Arabia Saudí.

En este sentido, y aunque Irán está ya sancionado, deberían reforzarse las acciones sobre sectores financieros, logísticos y energéticos, al tiempo que se tiene que aumentar la interdicción marítima y aérea (como se hizo con Libia o Corea del Norte) sobre el tráfico de armas.

Sería bueno integrar a Irán en un pacto regional a cambio de incentivos o, en su caso, que los países del Golfo, la UE y otros actores rompan o congelen relaciones, pues de lo contrario Irán aprovecha las divisiones internaciones (entre EEUU, Europa, Rusia y China) para burlar sanciones y mantener alianzas estratégicas.

Y no olvidemos a ese actor ambivalente que es Qatar, que financia proyectos civiles en Gaza, pero también ha proporcionado fondos directos a Hamás, incluso con conocimiento de Israel, EE. UU. y la ONU. Qatar alberga a líderes de Hamás en Doha  al tiempo que media en liberación de rehenes y acuerdos de tregua, lo que le da una posición dual: financiador + mediador.

También la comunidad internacional debería condicionar su ayuda y relaciones diplomáticas para conseguir que elija entre seguir como facilitador neutral o perder apoyo occidental al tiempo que le puede permitir jugar un papel en Gaza, integrándolo en pactos de reconstrucción, a cambio de cortar flujos a Hamás militar. No olvidemos que Qatar quiere proyección internacional, por lo que se le puede presionar en foros multilaterales.

Lo que parece estar claro es que, si la comunidad internacional no logra condicionar de forma efectiva a Irán y Qatar, cualquier reconstrucción o acuerdo político en Gaza será vulnerable desde el origen. Se necesita una presión coordinada, firme y multilateral, no solo con sanciones, sino también con ofertas de integración diplomática a cambio de cesar el apoyo a milicias.

Pero si acabar con el problema de Hamás, el caso de Hizbulá es todavía más complejo, porque a diferencia del primero, Hizbulá es parte oficial del Estado Libanés, ya que tiene diputados y ministros, controla regiones del sur del país y opera servicios sociales, hospitales y escuelas, al tiempo que mantiene un ejército propio con miles de misiles, en abierta contradicción con la soberanía del Estado libanés.

Su dependencia de Irán es más directa y profunda que la de Hamás ya que recibe 700–1.000 millones USD anuales en apoyo financiero, armas y entrenamiento.

Para desmilitarizar Hizbulá se me antoja que sería necesario, en primer lugar, un reconocimiento del problema por parte del Estado Libanés (con respaldo de la ONU), en segundo lugar, como se ha comentado, llevar a cabo una serie de sanciones financieras más severas contra redes iraníes vinculadas a Hizbulá para cortar el flujo de fondos no humanitarios desde Teherán.

Por otro lado, una oferta de reducir presión económica a Irán si permite el desarme de Hizbulá a cambio de integración política plena (similar al modelo IRA-Sinn Féin) y, por supuesto una supervisión del contrabando de armas desde Siria y el puerto de Beirut para evitar el rearmado si hay progreso en la negociación, e, incluso, se podría ofertas la integración de miembros de Hizbulá en el ejército libanés regular

Para el caso de Hizbulá, la clave no está solo en negociar con ellos, sino en reformar el Estado libanés, condicionar a Irán y ofrecer una salida política digna, lo cual requeriría de una diplomacia de alta precisión, pero es posible si se combina presión, incentivos y una narrativa de soberanía libanesa, no de confrontación sectaria.

En cualquier caso, la situación es tan compleja, y los intereses externos tan potentes que parece misión imposible. Lo que sí tengo claro es que “pellizquitos de monja” por parte de la comunidad internacional, declaraciones flácidas y poco comprometidas como las que estamos viendo por parte del Reino Unido (paradoja histórica) que durante su mandato puso las bases del conflicto árabe-israelí, hoy trata de aparecer como actor que busca “resolverlo” reconociendo al Estado palestino. No deja de ser un gesto tardío y cargado de contradicciones históricas.

No, o dejamos a Israel acabar por sí solos con Hamás y aguantamos el chaparrón de asumir el sufrimiento del pueblo gazatí, o nos ponemos las pilas y asumimos cada uno el rol que a cada país e institución nos corresponde y ponemos el dinero necesario para reconstruir un territorio que bien podría ser, de verdad, el Estado Palestino, pero no caben tintas medias.

José García Cortés

     30-8-25

BIBLIOGRAFÍA

  • Conflictos Internacionales, orígenes y causas (Gonzalo Terreros)
  • Israel y Palestina, la historia de un conflicto interminable ( Eduardo Baura)
  • Palestina (Rashid Khalidi)
  • Descifrando Israel (Sal Emergui)
  • Inteligencia artificial

2 comentarios sobre “EL PROBLEMA PALESTINO-ISRAELÍ

  1. Pepe, te adjunto el borrador en curso de una aproximación al continente africano. Falta bastante, pero creo que te puede dar una idea de por dónde va. Ni siquiera lo he releído, por lo que puedes encontrar de todo…a un cazador como tú nunca le sorprende la pieza. Me interesa mucho tu opinión y sugerencias (positivas y negativas). Fuerte abrazo y perdón por el abuso de confianza Gonzalo

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