Hoy me acojo al artículo 1 del blog politicamenteincorrecto.info para ser eso, políticamente incorrecto.
Las recientes declaraciones de TRUMP sobre Palestina me han invitado a releer el libro de mi buen amigo Gonzalo Terreros, “Conflictos Internacionales” (I), en el que hace un análisis cabal y ameno sobre el conflicto más antiguo de cuantos han surgido en la Edad Moderna y en el que se mezclan razones geoestratégicas, étnicas, culturales y también poderosas razones religiosas. Me he permitido la licencia de beber de sus grandes conocimientos en la materia.
Lo cierto es que Palestina nunca ha sido un estado, ya que siempre, a lo largo de la historia ha estado bajo el dominio o tutela de otros (asirios, persas, babilonios, helenos, romanos, árabes, cristianos, otomanos o británicos).
En 1917, con la Declaración Balfour, el Imperio Británico expresó su apoyo a la creación de un «hogar nacional judío» en Palestina, lo que generó tensiones con la población árabe local y tras la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones otorgó a Gran Bretaña el Mandato sobre Palestina (1920-1948).
La inmigración judía durante las décadas de 1920 y 1930 aumentó debido a la persecución en Europa, lo que exacerbó el conflicto con la población árabe y en 1948, tras la retirada británica, Israel declaró su independencia lo que provocó la Primera Guerra Árabe-israelí, en la que Egipto, Jordania, Siria e Irak invadieron el territorio. Desde entonces, los enfrentamientos han sido permanentes.
Además de los arraigados sentimientos religiosos, hay un factor determinante en el mantenimiento de los permanente conflictos que se han mantenido desde entonces, y es el surgimiento durante los años 70 y 80 de movimientos palestinos como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP y que hoy opera como el principal organismo político y diplomático que representa a Palestina en la arena internacional) y posteriormente Hamás, que buscaban la creación de un Estado Palestino y que es, en la que quiero centrar mi atención.
Personalmente encuentro ciertos paralelismos entre la creación de ETA en España y Hamás en Palestina (aunque obviamente hay diferencias temporales y evolución), ya que ambas aparecieron en periodos de conflicto con el estado central (dictadura franquista en el caso de ETA y la ocupación israelí en el caso de Hamás), ambas emplearon tácticas de terrorismo y violencia con el objetivo de alcanzar sus metas políticas y ambas han recibido financiación externa para sostener sus actividades (ETA, además de los robos y extorsiones recibió respaldo de Gadafi y de grupos de América Latina, y en el caso de Hamás, de Irán, Catar y Turquía).
La gran diferencia es que ETA fue perdiendo el apoyo social con el tiempo y sin embargo Hamás lo mantiene, fundamentalmente a través del terror sobre la población civil, por lo que sigue siendo una fuerza militar y política con un papel central en el conflicto de Gaza.
Hamás ha sido designado como organización terrorista por múltiples países y entidades internacionales. Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Israel y Japón, entre otros, han incluido a Hamás en sus listas de organizaciones terroristas. Esta designación se debe a las actividades violentas y ataques contra civiles que ha llevado a cabo desde su fundación en 1987. Además, Hamás ha sido responsable de numerosos atentados suicidas y lanzamientos de cohetes y crímenes contra Israel.
Hamás, en su ideología y documentos fundacionales expresa la intención de eliminar al Estado de Israel y rechazan las soluciones pacíficas y se enfatiza la yihad como el único camino, considerando las iniciativas, propuestas y las conferencias internacionales como una pérdida de tiempo y un ejercicio inútil.
Hamás ejerce un control férreo en la Franja de Gaza, lo que ha contribuido a la perpetuación del conflicto y a un sufrimiento prolongado para la población civil. La utilización de infraestructuras civiles con fines militares, la represión política y la falta de elecciones democráticas en los últimos años han limitado significativamente el desarrollo de la sociedad palestina. Además, una gran parte de la ingente ayuda internacional que se destina a la población palestina termina en manos de Hamás, que la redirige para la adquisición de armas y la planificación de atentados en lugar de emplearla en la reconstrucción y el bienestar de su pueblo.
Muchos medios han salido en tromba diciendo que el plan de Trump, refiriéndose a “dejar limpio ese lugar”, es una violación flagrante del derecho internacional, pero todavía no he escuchado ninguna manifestación que claramente apoye hacer todo lo necesario para terminar con Hamás, con su terrorismo y con el miedo y el sufrimiento al que están sometiendo a la población civil Palestina.
Creo que cuando hablamos de Palestina, tendríamos que diferenciar entre los civiles y la organización terrorista, ya que el “pueblo” se enfrenta a enormes dificultades para su supervivencia y desarrollo mientras Hamás siga operando en Gaza.
No tengo palabras para describir la devastación que está llevando a cabo Israel sobre Palestina con el objetivo de acabar con Hamás. Sinceramente no sé si hay otra forma, pero, desde un punto de vista estratégico, la eliminación de Hamás podría abrir la puerta a nuevas oportunidades para la población palestina, permitiendo la instauración de un liderazgo más pragmático que busque la estabilidad, el desarrollo económico y una negociación seria para una solución pacífica. Sin embargo, esta no es una tarea sencilla, ni garantiza automáticamente la paz. Para lograr un cambio real, la comunidad internacional debería trabajar en conjunto para fomentar un gobierno palestino legítimo que represente verdaderamente a su pueblo y busque una convivencia pacífica con Israel.
La historia ha demostrado que los conflictos prolongados rara vez se resuelven solo con la eliminación de un grupo insurgente y, coincido con mi amigo Gonzalo, en que se requiere un plan integral que incluya reconstrucción, inversión económica y estabilidad política.
Si la eliminación de Hamás es un paso en esa dirección, entonces bienvenida sea cualquier iniciativa que vaya acompañada de esfuerzos significativos para garantizar que el pueblo palestino no quede atrapado en un vacío de liderazgo y violencia, sino que pueda aspirar a un futuro con derechos, seguridad y oportunidades.
Para ello, es fundamental que la comunidad internacional no se quede en la superficie del problema y refuerce los mecanismos de control sobre la ayuda humanitaria y financiera destinada a Palestina, asegurando que los fondos lleguen realmente a la población civil y no sean desviados para fines bélicos por parte de Hamás.
José García Cortés
8-2-25