Estamos viviendo un invierno climatológicamente extraño con aparente retraso en la llegada de los días invernales.
En nuestras noticias, vemos a los agricultores manifestando su descontento con la situación que les asfixia su vida y trabajo como productores. Tanto, que afirman que su futuro es incierto.
La cadena alimentaria comienza en ellos, en los productores agrícolas. En el mar, el punto de partida son los pescadores. En ese origen, los precios que reciben son sorprendentemente bajos, irrisorios, comparados con lo que los consumidores pagamos.
Ya había redactado lo fundamental de esta nota, cuando leo que una de las empresas de supermercado más importantes de España (distribuidores-vendedores) ha obtenido un beneficio récord de 1000 millones de euros en el último ejercicio. No tengo ningún comentario a esto. Me consta que es fuente de muchos puestos de trabajo y tiene una política de empresa con ética y responsabilidad. Quizá, también hay que decirlo, sea necesario revisar la legislación que regula el transporte, distribución y venta. Modernizar la Ley de la Cadena Alimentaria (Ley 16/2021, de 14 de diciembre, por la que se modifica la Ley 12/2013, de 2 de agosto). A esta norma parece oportuno añadir la Ley 5/2023, de 17 de marzo, de pesca sostenible e investigación pesquera, si pensamos en incluir el pescado y productos del mar como primarios en la cadena alimentaria.
Me gustaría poner aquí unas líneas sobre el problema del transporte de mercancías/alimentos, señalando la relevancia que en occidente otorgamos a la contaminación del aire y del mar.
Cada año tengo la oportunidad de viajar a ver nuestros nietos en Estados Unidos. Se trata de un viaje largo desde Canarias que supone utilizar dos aviones, como transporte inevitable si pensamos en la distancia y que las alternativas son inviables (barco) por tiempo y sobre todo por contaminantes. En el precio parecen incluirse los costes asociados a la generación de CO2 y otros problemas relacionados con el ozono y los perjuicios para nuestra atmosfera.
En Europa, existe un movimiento contrario al uso de avión en trayectos “cortos” (cuatro horas de tren). Francia afirma que deben prohibirse los vuelos domésticos. La razón es la reducción de la emisión toneladas de CO2. Solo en España, serian 300.000 toneladas al año, se afirma.
Leo que los agricultores no comprenden su competencia con productos, más baratos, procedentes de países de América del sur, de Asia… Y me asalta la duda: al igual que señalamos el coste ambiental de los billetes de avión, ¿están gravados con impuestos las toneladas de combustible y fuel oil que se utilizan para el transporte de fruta, vino, alimentos de distintos tipos, mercancías de distinta clase, procedentes de puntos de producción a miles de millas de distancia? ¿Están gravados con impuestos los distintos productos que vienen en tren desde Asia utilizando toneladas de gasoil?
¿Qué pasó con la propuesta de aquella famosa frase “utilicemos productos de proximidad”?
Parece que no somos capaces de competir con esas avalanchas de productos procedentes de lugares con menos exigencias, según se afirma, y con menores costes.
Para combatir esa competencia, una de las vías de salida parece ser la compensación económica con ayudas de la administración española y europea. Resulta que las ayudas y subvenciones son burocráticamente complejas de tramitar y las solicitudes son, como muchas cosas en las administraciones públicas, un laberinto. Esta cuestión también se aplica a la explotación pesquera. Los fondos de compensación y las subvenciones son una solución temporal e incompleta. Con toda certeza, se acabarán. Deben saberlo quienes piensen en que ese dinero les solucionara su futuro.
Se añade al problema la escasez de agua por una situación aparentemente nueva: una sequía muy grave atribuible al cambio climático. Independientemente de las causas, este fenómeno global es una evidencia científica. En qué medida la especie humana contribuye, puede ser discutible. Pero no el hecho de que está ocurriendo.
En la cadena alimentaria es fundamental, en nuestra dieta, la presencia del pescado. Los caladeros de pesca de nuestros barcos están sufriendo una reducción terrible en el numero de capturas. Este aspecto se ha paliado en parte en el año 2024. El problema de la reducción de capturas se mantiene en el mediterráneo. La negociación actual, por citar ejemplos, incluye utilizar tamaño de la malla del copo de unos 45 mm, para no pescar los alevines de las especies (en este caso merluza).
La situación en los puertos pesqueros del norte ha sido la de quedar “amarrada” la flota durante meses, y alternando la salida de los barcos. El caso es que están desapareciendo las especies objeto de captura.
¿Se imaginan los agricultores que les indiquen que dejen sus tractores en los garajes, en sus cobertizos, que aparquen las cosechadoras, que paralicen su maquinaria agrícola…porque no habrá manera de cultivar en grandes extensiones de Europa porque no va a llover y porque los pozos y pantanos no tendrán reservas?
¿Y si añadimos que la climatología será agresiva, extrema, con cambios drásticos?. Seguramente, habría que negociar unos términos distintos con las aseguradoras que trabajan en el mundo agrario y de la pesca. Los entornos de trabajo tendrán riesgos muy diferentes a los manejados hasta ahora.
Tengo que reconocer que no soy experto en clima ni en el mundo agrario y tampoco en la pesca. Sin embargo, creo que es muy importante que quienes trabajan y viven en este ámbito, tengan información sobre lo que es probable que ocurra en un horizonte de pocos años. Si nos dijeran que en el plazo aproximado de 15 años habrá importantes cambios, podríamos modificar nuestros objetivos de cultivo y nuestra inversión en astilleros para la inversión en barcos de pesca.
Nos hemos acostumbrado a enfocar los riesgos y retos pensando en que el escenario en que nos movemos tiene unos referentes básicos estables y con cierta continuidad (de oscilaciones conocidas). Los gobiernos europeos y del mundo trabajan con plazos cortos, necesariamente relacionados con sus 4 o 5 años de su gestión. Y la manera que tienen los productores de alimentos para ver los daños que sobrevienen en este mercado global es buscar compensaciones económicas para …el año en curso o las próximas cosechas.
En los acuerdos de las comisiones de agricultura y pesca se trabaja con informes internos de expertos que alertan de una evolución muy rápida a nuevos escenarios en los que un bien crucial no se mantendrá ni de lejos como hasta hace 10 años: el agua. También, sabemos que las especies objeto de explotación pesquera se han recuperado en parte tras las restricciones impuestas a las flotas pesqueras. Restricciones impuestas con el disgusto de las cofradías y armadores.
Es terrible pensar en un futuro tan pesimista. Sin embargo, la información ayuda a tomar decisiones. Los agricultores necesitan conocer el futuro probable para redirigir sus cultivos. Los pescadores necesitan saber las predicciones actuales sobre varias especies clave para…antes de 2030.
Hemos de redirigir nuestras energías hacia la transformación de la agricultura, olvidar los planteamientos y estrategias tradicionales y ponernos a trabajar en nuevos escenarios. Los consumidores necesitamos que los productores mantengan su trabajo, su tarea, con la premura que esta situación exige. Son necesarias ideas nuevas en la regulación del mercado, la distribución de alimentos, el transporte, las garantías en la venta…
Por motivos estratégicos, no podemos depender de un proveedor, por muy barato que sea, si pertenece a otro ámbito geográfico. La aparición de problemas en el transporte (ocurre ya, valga el ejemplo, con el conflicto de la inestabilidad en oriente medio, gravando los precios de otros productos por la necesidad de navegar por el cabo de buena esperanza, al sur de África).
Reúnanse los científicos con los políticos, nuevamente, planifiquen una revolución en la producción para afrontar un futuro más viable.
Raúl Ramos de la Plaza
13 de marzo de 2024