Desgraciadamente todos recordamos a José Luis Rodríguez Zapatero, el iluminado, si, ese de las alianzas de las civilizaciones y esas “tontás”, cuyo mandato estuvo marcado por algún que otro acierto, pero por dos grandes decisiones que le costaron a España mucho dinero y sufrimiento. Una fue la negación estúpida y sin sentido de la crisis financiera que retrasó la adopción de medidas (y sus consecuentes efectos negativos) cuando el resto de países europeos se pusieron en marcha desde el minuto uno.
La otra fue la legalización de Bildu. Es cierto que todos los gobiernos de la democracia, nacionales y autonómicos (menos PNV que fue al contrario), hicieron todo lo que estuvo en sus manos para acabar por esa lacra de la sociedad que había ensombrecido España durante décadas. Pero, no es menos cierto que en el momento de mayor debilidad de la banda terrorista, nuestro iluminado optó por una estrategia de diálogo en vez de rematar a la fiera que estaba exhausta gracias a las medidas policiales de nuestros cuerpos de seguridad y al sudor y la sangre de sus componentes.
Bildu surgió en 2011 como una coalición de partidos y movimientos de la izquierda abertzale (nacionalista vasca). Aunque la coalición se presentó como una entidad política separada de ETA y comprometida con vías pacíficas, existieron controversias en torno a su legalidad debido a la posible conexión con el entorno de ETA, de hecho, la Audiencia Nacional decidió, en primera instancia, ilegalizar la coalición basándose en evidencias de conexiones con Batasuna (partido considerado el brazo político de ETA y previamente ilegalizado). Sin embargo, el Tribunal Constitucional, adecuadamente presionado por el iluminado, en una decisión histórica, revocó esta prohibición, permitiendo que Bildu concurriera a las elecciones municipales y forales de 2011.
Quedó clara la consecuencia indirecta de la política de acercamiento de Zapatero hacia el conflicto vasco que Zapatero se esforzó por hacer ver que aquello sería una nueva era en la que el diálogo y la participación política dejarían atrás décadas de violencia y confrontación. Sin embargo, la realidad está demostrando lo falaz de aquella decisión por cuanto Bildu no ha ocultado desde el principio sus intenciones de separatismo y de hacer la vida imposible a todo lo que suponga algo de español en su territorio, empezando por la imposición del euskera.
Ahora, el sucesor del iluminado, Sánchez el mentiroso, cierra acuerdos con Bildu tras haber negado (más que Judas, porque lo ha hecho más de tres veces). Si, vamos a llamar a las cosas por su nombre, sigue siendo esa organización terrorista responsable de la muerte de más de 800 personas desde el inicio de su actividad violenta en 1968 hasta su disolución en 2018 y de los que siguen sin esclarecer del entorno de 300 casos.
No hay arrepentidos en estos tipos (salvo alguna excepción), no hay vocación de incorporarse de verdad al juego democrático (excepto para cobrar sueldos y subvenciones). Ni siquiera disimulan, hablan abiertamente de su objetivo de separarse de España, es decir, exactamente lo mismo que antes, pero cambiando las pistolas y los explosivos por las urnas aprovechando las grietas de nuestro sistema democrático.
Mal estuvo que el estúpido de Zapatero hiciera lo que hizo, pero no deja de sorprenderme más todavía porqué Mariano Rajoy no diera la batalla para ilegalizar la organización o, al menos, para impugnar ante los tribunales de muchas de las candidaturas que presentaban. Pasó, como con otras tantas cosas, de puntilla sobre el problema para desasosiego de la población en general y como afrenta a las asociaciones de víctimas del terrorismo que han vivido en sus carnes la barbarie de estos descerebrados.
Lo cierto es que hasta Pedro Sánchez no se remató democráticamente a esos asquerosos terroristas, dándoles así un hálito que la Policía y Guardia Civil les había cortado. Una norma elemental que nos enseñan a todos los que hemos practicado la caza peligrosa: “asegúrate de que esté muerto”.
Pero el remate de la desvergüenza ha sido nuestro último inútil en el gobierno, dando el pésame en el parlamento por el suicidio de un etarra, blanqueando a los asesinos de tantas familias, prestándose a reescribir la historia de esos forajidos y, ahora (acompañado del Secretario de Organización del PSOE), saludando con resplandeciente sonrisa con Mertxe Aizpurua (alias Maite Soroa), con miradas cómplices y una reverencia en el saludo a una mujer condenada por apología del terrorismo y que señalaba a ETA las futuras víctimas desde sus columnas cuando escribía en Egin. La representante del partido de los Otegi, de los Txeroki, de los Txapote, de los De Juana Chaos… en definitiva, con el partido que lleva en sus candidaturas a terroristas condenados por delitos de sangre.
Pero, por Dios bendito, es que no queda nadie en el PSOE que se atreva a mandar a este hombre donde se merece… a Marruecos, por ejemplo.
Le hemos visto muchas veces preocupado por ejercer un mandado con el que pasar a la historia. Lo está consiguiendo.
José García Cortés
15-10-23