Desde el inicio de nuestra existencia como especie pensante, nuestra conciencia colectiva incluye una idea constante: confiamos en la presencia de un Ser todopoderoso, que nos acompaña a lo largo de nuestra vida.
Hasta qué punto eso es así, es algo muy difícil de abordar en una nota como esta. Solo es factible especular. Con el debido respeto, me limito a exponer dos aproximaciones: la mística y la cuántica.
Aproximación mística.
Resumiendo mucho, podemos afirmar que la idea más común que tenemos de Dios es la de un Ser todopoderoso cuya Existencia nos aporta consuelo. En ocasiones, es suficiente con esa idea o concepto. Y puede ocurrir incluso que sea preferible no analizar más, para evitar tener dudas.
Nos dirigimos, pues, a Dios, como una Entidad externa a nosotros. Analicemos ahora como nos consideramos nosotros, los seres humanos, en nuestro esquema personal de nuestra existencia respecto a un Ser perfecto omnipresente. Evidentemente, cada uno de nosotros construye un edificio personal basado en nuestros conocimientos y experiencia, nuestro modo de ver el mundo y, en suma, lo que configura nuestra forma de ser. En este contexto, la mayoría de nosotros construye su idea de Dios o, por el contrario, llega a la conclusión de que se trata de una ilusión, una construcción mental irreal.
Para los que opinan que es una ilusión, la idea de Dios es solo eso, una idea. Es decir, se trata de un concepto totalmente dependiente de la mente humana, y que no existe en sí mismo.
Desde la mística, nosotros somos la prueba evidente de la Realidad. No es que Dios exista o no. Lo que ocurre es que tenemos una gran confusión sobre lo que percibimos, sobre aquello de lo que somos conscientes y ….. sobre quienes somos en realidad.
Emplear conceptos aquí nos limita si intentamos comprender cuál es su esencia y características. No es un “Ente” ajeno o externo a nosotros. No hay un yo o un nosotros y más allá un Dios. Solo hay una Cosa. Comprender es esencial. No se trata de aplicar procedimientos u oraciones. Se trata de entender.
Solo podemos “acercarnos” a entender cuándo prescindimos de nuestro pensamiento, de nuestra mecánica de percepción y análisis. Es necesario ser conscientes sin contenido. Ser testigos de todo: del exterior y del interior.
Hasta dónde he comprendido, los místicos (Islam, Cristianismo, Budismo, Hinduismo….) hablan el mismo idioma. Iniciando esta explicación desde el ser humano, desde lo que cada uno de nosotros cree ser, los místicos nos describen como seres integrantes de Lo que “Es”. Decir que estamos unidos a Dios no es muy correcto. Somos la misma Esencia de todo lo que “Es”. Por la sencilla razón de que nada hay distinto a “Eso” que “Es” en todo. Los adjetivos son insuficientes y no se aproximan a su descripción. Podemos expresarnos en el sentido de Omnipresente, Infinito, atemporal.
Reflexionando, llega el momento en que nos damos cuenta de que nuestra individualidad es imaginaria y nos “disolvemos” al comprender que somos lo que “Es”, cuya esencia es la misma que la de todos los seres, que la de los minerales, la Luna, los planetas o el Universo entero.
Entender, en definitiva, que individualmente somos nada porque en realidad somos todo. Existiendo como Lo que “Es”. Los Santos, los Sabios de todas las religiones expresan la misma idea. Somos por tanto esa “esencia” que constituye todo. Así pues, no podemos decir que sea muy veraz esa idea de Dios, tan respetable que en gran medida necesita gran parte de la Humanidad, según la cual es un Ser supremo que quiere a todas las criaturas, juzgador y máximo poder del mundo.
Aproximación unificada de la mecánica cuántica y la relatividad de Einstein
Por mi desconocimiento sobre la base física y matemática de la Teoría de la Relatividad de Einstein me veo en la necesidad de simplificar. Con el riesgo de equivocarme.
La base de la Teoría de la Relatividad parte de la hipótesis de que es la fuerza de la gravedad la que se impone sobre la naturaleza del espacio y el tiempo. Lo que Einstein postuló hace más de un siglo se ha ido comprobando en la medida que avanzaban las herramientas astronómicas y físicas. Por ejemplo, se ha constatado que la trayectoria de la luz no es rectilínea, por ser susceptible de la acción gravitacional de las estrellas en cuya proximidad transita.
Dicho de otro modo, la fuerza de la gravedad debida a una estrella es capaz de “desviar” la luz, introduciendo una “deformidad” en su trayecto hacia nosotros como observadores (nuestro planeta). También se ha podido comprobar que la masa de algunas partículas disminuye y se transforma en energía, cuando su velocidad es próxima a la de la luz. Por otra parte, se tiene constancia de la existencia de otras tres fuerzas (además de la fuerza de la gravedad). Estas tres fuerzas están presentes en las partículas subatómicas: fuertes, débiles y electromagnéticas.
En la ciencia (matemática, física, química..,) existe una aspiración u objetivo fundamental: unificar con una construcción teórica idónea la acción única de las cuatro fuerzas: la gravitacional y las otras tres.
Desde hace unos años se trabaja en una solución mediante al Teoría de las Supercuerdas. Las partículas subatómicas serian, más que partículas, líneas de energía o cuerdas, que tienen la característica de vibrar de un modo particular. Cada cuerda define a un tipo de partícula. Esa vibración se debe a su energía.
Con la teoría de las supercuerdas cabe unificar las cuatro fuerzas, gracias también a la “reconciliación” entre los modelos matemáticos y de la física de partículas. Si esta es la solución conceptual con una teoría unificadora, resultaría que la descripción de la fuerza gravitacional que actúa en el universo de grandes masas (planetas, estrellas, galaxias…) y las fuerzas que regulan el modo subatómico, quedarían emparentadas y relacionadas.
Todo esto sin que se rasguen las vestiduras los teóricos de la mecánica cuántica, la matemática, la física de partículas….
Debo pedir disculpas por los errores de esta breve explicación y también por incluirla aquí. Aparentemente, no tiene ninguna relación con el motivo de esta nota. Sin embargo, esta teoría unificadora incluye comentarios como el de que la Naturaleza parece tener una “supersimetría”. Parece mostrar una uniformidad en la medida de que ahondamos en el conocimiento esencial de los elementos que integran las subpartículas que constituyen el átomo.
Se trata de estados de energía. Las diferencias aparentes que nos permiten diferenciar el mundo microscópico son solo debidas, a nivel elemental, a diferentes estados de energía. Podemos decir que la Energía es el “componente” universal. Como hipótesis (no es original de este escrito) cabe suponer que esta línea de análisis nos lleva al encuentro con aquella que es propia de la mística.
A modo de Conclusión. Con la humildad y respeto debidos, avanzo aquí unas breves conclusiones.
Nuestro debate sobre si Dios existe o no, puede centrarse en un “Ser Omnipresente”, exterior a lo que somos y que nos contempla desde su estado impersonal y atemporal. Las cualidades que nuestro pensamiento otorga a este planteamiento de Dios permiten que nos dirijamos a Él para comentar, rogar o, de manera más extensa, convivir con su Presencia.
También podemos analizar más y afrontar el reto de nuestra naturaleza como personas, nuestra realidad y el concepto ultimo de lo que Dios puede representar. Si Dios es comprendido como todo lo que “Es”, no sería posible definir partes en el mundo real, ni sectores donde Él no pueda ser encontrado. Sin partes, sin sectores, es difícil añadir conceptos atribuibles a Dios como lo bueno y lo malo. Aun entendiendo que esta cuestión pertenece al mundo de lo moral o ético, solemos vincular nuestra idea de lo bueno en el mundo con la acción benefactora de un “Ser Supremo”.
Podría ser que todo nuestro andamiaje mental sea solo eso: construcción mental sin naturaleza inherente en sí misma, solo dependen de nuestros pensamientos. El mundo de los pensamientos no somos nosotros. Mas bien, somos testigos de lo que vivimos y pensamos.
Esa contemplación nos acerca a comprender nuestra naturaleza. Naturaleza que es la misma que aquella que llena el universo. Eso que somos, eso que “Es”, constituye lo que siempre hemos sido, aunque no nos demos cuenta. En términos de un místico, Dios “Es” en nosotros y nosotros no somos, sino que solo “Es” aquello que todo lo Llena.
Raúl Ramos de la Plaza
27 de julio de 2022.