Cuando yo empecé a trabajar en el Banco en enero de 1.973, recuerdo que mi padre (q.e.p.d.), “ventanillero” de Banesto (que así se llamaban a los que atendían al público en la ventanilla de caja), cobraba el quebranto de moneda y que era un plus que el convenio contemplaba para los trabajadores cuando, dentro de sus funciones laborales, se encontraba las operaciones con dinero en metálico, habitualmente el cobro y pago a clientes y que tenía como contraprestación la de que el Banco les descontaba de su nómina los descuadres de caja. Eso sí, solo descontaba las faltas en caja, porque cuando había sobrante, no iba al trabajador sino a una cuenta que se llamaba “sobras en Caja”·
Tres eran los ventanilleros en mi Sucursal, que socialmente no eran especialmente amigos entre ellos, pero estaban sorprendentemente hermanados en lo relativo a las faltas en caja, de tal forma que si alguien tenía una falta, los otros tres, nada más cuadrar lo suyo, se ponían a puntear las operaciones como si propia fuera.
En ocasiones, mi padre me decía que me marchara a casa a comer porque había una falta y tenían que buscarla, cosa que podía durar diez minutos o varias horas. Recuerdo un día que estaban pasadas las seis de la tarde cuando llegaba a casa y nos contaba que finalmente habían encontrado el error y se había recuperado la 1,25 pesetas que faltaban.
Cierto es que hoy puede sonar hasta ridículo que cuatro personas emplearan algo más de tres horas cada uno (se empezaba a cuadrar a las 14,30 horas) para recuperar 1,25 pesetas. Pero no lo es tanto cuando uno piensa que ellos se esforzaban por la “honra”, por el “amor propio” y por seguir la senda invisible que en sus vidas marcaba el concepto de mantener una “profesionalidad intachable”. A la postre, era la tónica en esos tiempos.
No, ya no suena a ridículo cuando uno piensa que en esa época la gente venía al Banco a pagar sus letras, y no porque hubieran firmado un documento mercantil con carácter ejecutivo (que la mayoría ni lo sabían), sino porque con la misma convicción también iban al comercio a pagar aquel frigorífico que habían “sacado” fiado o incluso la ropa o los libros de los niños.
Si, era una época en la que había un respeto hacia la autoridad, hacia los más mayores, se valoraba el trabajo y el esfuerzo, se estudiaba, se respetaba al prójimo y hasta el mobiliario urbano. Se palpaba en el ambiente la necesidad de ser una persona responsable, digna y honorable, tanto para la sociedad como para sí mismo.
Y por supuesto que había gamberros, trepas en los trabajos y ladrones y asesinos en las calles, pero era en tan escasa proporción respecto a las personas responsables, que ellos mismos se significaban y eran marginados por la sociedad.
Pero a medida que hemos ido avanzando en tiempo, veo cómo hemos ido perdiendo esos valores no escritos y se han incrementado los antónimos. Así, hoy se persigue el triunfo rápido a costa de lo que sea menos del esfuerzo y el trabajo, se aspiran a puestos de responsabilidad solo para prestigio o beneficio personal, pero olvidándose de la responsabilidad que el cargo directivo conlleva. Hoy se presiona, se humilla y se agrede al compañero de trabajo o al competidor en todo tipo de profesiones.
Lo peor de todo, es que las personas que nos gobiernan, los que se supone que deberían dictar, y por supuesto respetar, los valores morales que deberían servir de guía para una mejor convivencia, son los peores. Son los que permanentemente fomentan el enfrentamiento, la violencia, la inmoralidad, y el libertinaje como forma de vida, sin medir los resultados de sus acciones. Para ellos, lo único importante es conseguir poder y dinero, no importa cómo.
Cuando uno ve cómo han secuestrado la actividad parlamentaria por parte de un “Narciso” que acuerda con supuestos representantes del pueblo español que en otros países no menos democráticos que el nuestro estarían ilegalizados. Cuando vemos cómo se agarran a sus sillones los dirigentes, dirigentas y dirigentos imputados y condenados (porque eso de dimitir les recuerda el garrote vil). Y cuando uno escucha declaraciones sobre la honestidad de los condenados tras la última sentencia de los ERES, la verdad es que me pregunto si me he quedado totalmente desfasado, aunque creo que no soy de esos nostálgicos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Desde luego, parece que aspirar a recuperar, aunque solo sea en parte, los valores que he tenido la oportunidad de vivir y compartir en nuestra sociedad, y con unos políticos que actúen con vocación de servicio (a la sociedad, no a ellos mismos), no es ser progresista. Pues nada, no soy progresista.
Pocas penas me parecen a mí las que les han caído por haber hurtado (sindicatos incluidos) el dinero destinado a los parados. Si aplicáramos la moral de 1.973, buscar la falta en caja de los más de 113.000 millones de pesetas les llevaría a esta gente más de una vida.
Es de traca todo esto.
José García Cortés
27-7-22
Muy bueno Pepe, tan importante es cuadrar 1,25 pta que cientos de millones de € por lo menos para la gente honrada, responsable y profesional, la comparación es muy buena e ilustrativa y no hace tanto tiempo.
Como cambian las cosas …..
Me gustaMe gusta