Un caldo de cultivo

Aviso a los navegantes que me ha salido un “torro” de escrito del calibre 43 en cuanto a su dimensión. El que quiera seguir, puede hacerlo, pero, el que avisa no es traidor.

Hablando con un muy buen amigo del mundo sanitario, me decía que estaban llamando desde el Ministerio preguntando cuántos recursos había disponibles y se asombraba que estuvieran tan lejos en el conocimiento de la situación real en cada CCAA.

Esta conversación me recordó mi etapa profesional en Banesto, que fue un banco muy centralizado durante la mayor parte de su vida, hasta que llegó nuestro querido y nunca bien ponderado Mario Conde, que hizo una descentralización a lo bestia, sin establecer mecanismos de control sobre los territorios (que coincidían prácticamente con las regiones autonómicas). Qué bien quedó ese señor como hombre moderno e innovador (al menos así trató de venderlo), pero nunca será consciente del tremendo lio en el que metió a la organización.

Salvando las lógicas distancias, encuentro muchas similitudes entre la situación actual en la gestión de la pandemia y la que había en el banco tras la intervención y también algunas diferencias esenciales que quiero utilizar aquí para epresar mi opinión.

En primer lugar, el equipo directivo que comandó el rumbo del banco tras la intervención (Alfredo Sáez, Víctor Menéndez, Pepe Corral, José Ángel Merodio, y otro puñado de buenos profesionales) se encontraron con una situación desconocida de la que no había referentes para poder aprender medidas de solución. Podríamos decir que Igual que ahora con el coronavirus, aunque no es cierta del todo, ya que nuestros gobernantes han tenido los precedentes de China, Corea del Sur e Italia, de los que se podría haber aprendido algo si hubieran sido más diligentes.

Pero supongo que los miembros del gobierno no han sido tan diligentes ni tan rápidos porque han estado muy ocupados en sacar la ley para llegar borrachas y solas a casa, y en la preparación de las manifestaciones del 8M, amén de ocultar los trajines del sr. Ávalos y alguna cosa más.

Otro aspecto que me recuerda al caso Banesto, es que cuando ahora declaran el estado de emergencia y ciertos Ministerios dicen que toman el control, de lo primero que se dan cuenta es de que “realmente no tienen el control”. Tienen que hacer lo mismo que tuvimos que hacer nosotros en el banco, es decir, trabajar como hormiguitas, mirar regional a regional y ver que había allí.

No quieran saber ustedes lo que “allí” había. Para empezar (y esto lo tengo comprobado con otras organizaciones en las que he trabajado después como consultor), hay que tener en cuenta que la forma de dirigir de la “central” (este caso era el Sr. Conde) genera un mimetismo muy elevado en el resto de la organización. Si el principal directivo es ambicioso, zascandil, déspota y sin fondo profesional, generaba que la gestión en los diferentes centros fuera de bambalinas, figureo y castañuelas.  Los dispendios en los gastos eran morrocotudos, se habían creado estructuras paralelas en cada regional y, además, cada uno trabaja de justificar su sueldo (y otros muchos sobresueldos que se escapaban por las innumerables rendijas) haciendo cosas, que, curiosamente, en la mayoría de los casos, solo iban en su propio beneficio y no en el del banco.

No había sistemas de información reales desde las regionales hacia la central del Banco, y en muchos, muchos casos, mentían como bellacos o, sencillamente, arrastraban los pies al darla o se negaban directamente argumentando que ellos eran soberanos en su territorio y no querían intromisiones. ¡¡anda mira, igual que ahora con las CCAA!!.

Desde la central, con el equipo de Alfredo Sáenz a la cabeza, tuvimos que patear cada territorio para saber de verdad qué es lo que había y cual era ciertamente el problema al que nos enfrentábamos, siendo los más básicos:

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  1. Cada región se había convertido en un cortijo (literal)
  2. Cada uno gastaba como si no hubiera un mañana y cada vez pedían más medios e independencia
  3. Se habían rodeado de un equipo de magníficos palmeros teniendo relegados a sus mejores profesionales porque “no entendían la nueva cultura

Creo que a todos los suena esta situación en la realidad política de nuestra querida España.

De momento lo dejo aquí para después volver, porque quiero hacer una reflexión sobre el concepto de “democracia”, que, como todos sabemos, en sentido estricto, es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes.

No creo que a nadie al que le preguntara me dijera que una dictadura sea mejor forma de gobierno que una democracia. Aunque yo confieso que en este momento no estaría muy seguro al responder a la vista del éxito de las primaveras árabes o algunas democracias sudamericanas.

Pero está muy demostrado a estas alturas ,que el nivel de educación influye mucho en la calidad de las democracias, ya que de dicho grado depende el nivel de conocimiento y responsabilidad con el que se ejerce dicho voto, y también la capacidad de “influenciabilidad” que tienen las sociedades menos formadas y por tanto de cuánta “libertad real “se dispone.

Una democracia “sana” pasa necesariamente por la claridad y sinceridad con la que hablen y actúen sus políticos, así como del rigor e independencia con que nos informen los medios de comunicación.

¿Pero qué pasa cuando, como en España, tenemos políticos que nos mienten permanentemente?, ¿qué ocurre cuando el nivel de exigencia profesional de los políticos para acceder a sus puestos es ¡¡ninguno!!?. ¿qué sucede cuando en las CAA, a través de la educación se realiza un permanente adoctrinamiento de la sociedad?, ¿qué sucede cuando los medios de comunicación, y muchas instituciones están controlados por los políticos?. Actualmente el poder que poseen les brinda la posibilidad de modelar las opiniones políticas del público. Un ejemplo muy claro lo estamos viendo en Cataluña. En pocos años el voto independentista ha pasado de no llegar al 15% a rozar el 50%. ¿O acaso alguien se cree que eso se ha debido a la reflexión libre e independiente de los ciudadanos?

Entonces, lo más importante no es si tenemos o no democracia, sino “qué calidad de democracia” tenemos cuando:

  • Cada vez tiene más aborregados y alienados a sus votantes
  • Tiene menos nivel académico e intelectual y más insensatos entre sus filas
  • Es muy caro de mantener y con unos niveles de eficacia ridículos
  • Tiene harto a sus ciudadanos, o al menos, a una mayoría
  • No transmite confianza a inversores nacionales o internacionales

Resulta que es una democracia que no nos vale. En tal caso, tendremos que reinventarla, recuperando su esencia en una especia de regeneración desde abajo.

Hecha esa reflexión sobre nuestra calidad de democracia, que era necesaria para entender mi preocupación sobre el estado de las autonomías, retomo el hilo conductor para reconocer que sí, que nuestra Constitución contempla la posibilidad de transferir o delegar en las Comunidades Autónomas facultades correspondientes a materia de titularidad estatal. Pero,

Según reza en la página del Gobierno de España

El sistema constitucional español establece un sistema de reconocimiento de la autonomía territorial que jurídica y administrativamente se materializa en una profunda descentralización hasta el punto de que el funcionamiento efectivo del Estado se asemeja en muchos aspectos al propio de los estados federales.

No discuto, como tampoco lo discutía en el banco, que desde una región se tiene un conocimiento más cercado a su realidad, porque nuestro país, como todos los países, es diverso en sus riquezas, su cultura y sus gentes, pero una cosa es tener más “capilaridad” y otra es generar un despelote integral dejando que cada uno haga lo que le parezca bien.

Sabemos todos que el refranero español es muy sabio y hay uno que dice: “si quieres saber cómo es fulanito, dale un carguito”.

Sucede en todos los países del mundo, pero en España creo que se da en grado muy elevado. Hay personas que cuando tienen un pequeño cargo se transforman; la inseguridad y el poder actúan como un cóctel molotov poco recomendable.

Debe ser cierto lo que decía Kissinger de que el poder es el mayor afrodisiaco que existe y, además, el poder desvela realmente cómo somos, y no hace falta tener un “puestazo” para que esto ocurra, y la pasión que sienten muchas personas se da desde cualquier posición que implique una cierta capacidad de influencia sobre los demás.

Si damos por sentado que el poder en sí mismo no es malo, uno de los problemas que veo en España es que hay poca gente a las que les mueva el concepto de “poder socializante”, es decir, el bien común, sino el individualista, que anteponen sus intereses a los del resto, o que se aprovechan para ganar a toda costa, y que, en muchos casos, está motivado por su inseguridad personal que tratan de compensar con el poder.

Es nuestra querida piel de toro todavía no se ha entendido que:

  1. Ejercer la dirección de personas debería ser más una servidumbre que una posición de dominio
  2. El poder es siempre efímero. Para aquellos que tratan de aferrarse a su silla por tiempo indefinido.

 

Una diferencia esencial entre la situación actual de gobierno y la de la intervención del banco es el nivel de los equipos humanos que tienen que sacar adelante los problemas.  Nadie nace enseñado, me decía siempre mi madre, por eso las personas debemos ir capacitándonos para poder ir asumiendo mayores responsabilidades, y por eso me sorprende tanto que en un País que exige una certificación para poder hacer una instalación eléctrica, por ejemplo, no se exija ninguna cualificación para asumir la responsabilidad la dirección de un Ayuntamiento, Comunidad, Ministerio o la Presidencia del Gobierno. Y, encima quieren quitarse de en medio a nuestro Jefe del Estado, la única institución verdaderamente preparada para representarnos.

Pero no quiero que parezca que me ando por las ramas, traía a colación lo anterior para poner de manifiesto que hoy tenemos, seguramente, la clase política peor preparada de nuestra democracia, con el agravante de que se ha producido una “profesionalización” de los políticos. Y esto lo digo en términos absolutamente peyorativos, ya que muchos, muchos de los políticos que tenemos en todos los niveles, no tienen otro oficio que el haber militado en el partido y han accedido a su puesto de responsabilidad como recompensa a los favores realizados. No se me puede ocurrir mayor irresponsabilidad.

Lo niveles de descentralización que hemos alcanzado, suponen la atribución de competencia para aprobar leyes en las 17 Comunidades Autónomas; 2 ciudades con estatuto de autonomía – Ceuta y Melilla-;  y 8125 entidades Locales, con instituciones propias y similares a otras del Estado y sus propios tributos o  parte ,de los obtenidos por impuestos del Estado en la Comunidad Autónoma. Además, la mayor parte de las Comunidades cuentan también con Delegaciones en Bruselas e incluso en algunas ciudades de otros Estados especialmente relevantes.

Lo cierto y verdad, es que, como había ocurrido en el banco, cada región ha quedado en manos de los “barones” de los respectivos partidos y la calidad de vida de los ciudadanos: educación, seguridad, sanidad, medio ambiente,….hasta los juzgados, dependen de la suerte que hayan tenido, caer en una comunidad u otra. En definitiva, se ha ido creando una España asimétrica con tendencia a la locura.

No se qué modelo es el más adecuado, si extremadamente centralistas como Francia o federalistas como Bélgica o Alemania, sin embargo, no es fácil encontrar en Europa un sistema como el español en el que las regiones tengan tantas atribuciones y competencias propias, especialmente las que tienen Cataluña o el País Vasco.

En estos momentos, la división de competencias ha formado un enjambre de instituciones entre Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades, Senado, Parlamento, organizaciones  culturales afines y divisiones políticas  tan grande que lastran nuestro gasto público hasta límites insostenibles. Y, sobre todo, sin saber muy bien para qué sirve todo eso. Porque las administraciones públicas, nacionales o locales, salvo honrosas excepciones, no dan calidad de servicio al contribuyente. Parecería lógico que si no puedo mejorar la calidad de servicio que me ofrecen, al menos tendríamos que tener la oportunidad de elegir una administración más barata.

Y que no me vengan diciendo que el modelo español es el que se parece más es Alemania.  Porque los alemanes son alemanes, capaces de pactar las grandes estrategias de su nación, y los españoles somos el coño de la Bernarda (con permiso de la Bernarda y perdón del resto) entre otras cosas porque aquí se ha perdido   la lealtad al proyecto común, en el que las autoridades regionales utilizan sus competencias para atacar la legalidad de la que emana su autonomía.

Estoy bastante cansado de que con intenciones espurias (esto va por mi amigo Chema), se apele permanentemente a la «singularidad» que solo sirva para generar privilegios creando un modelo que es absolutamente «asimétrico» y donde no hay claridad en el ejercicio de esas competencias.  Porque el mayor argumento para la descentralización fue el que, al haber nacido nuestra democracia asimétrica debido a los privilegios dados a los Vascos, Navarros y Catalana, se le iba a dar igual oportunidades al resto para hacerla simétrica.

Todo lo contrario, cada vez se está haciendo una España menos competente y más injusta con sus ciudadanos. Aquí lo único que vale es la lucha por mantener o incrementar los privilegios de unos y otros y punto pelota.

Soy de los que opinan que hay que recuperar competencias, especialmente en aquellos casos en los que se ponen de manifiesto derivas desleales del nacionalismo. No hacerlo, creo que supone deslealtad por parte de nuestros gobernantes que, paulatinamente, y con sucesivas interpretaciones de nuestra constitución,  nos imponen un modelo de estado que ya no se va pareciendo al que votamos en la Constitución.

En el mundo de la gestión de empresas, mis mayores me enseñaron dos cosas (bueno, muchas más) pero dos que son de mucha aplicación a lo que ahora comentamos:

  1. El trabajo se puede descentralizar al 100%, la responsabilidad es indelegable.
  2. Se gestiona mejor en épocas de escasez que de abundancia.

Y ahora, con la pandemia que estamos sufriendo, el gobierno se rasga las vestiduras con las muertes que está habiendo en las residencias de ancianos (esta era la segunda parte de la conversión con mi amigo Raúl) y sale en la televisión el Sr. Sánchez con un tono de impostura que tira de espalda, diciendo que tenemos que protegerlos, que son lo más valioso de nuestra sociedad.

¿No será Sr. Sánchez, que este caldo de cultivo está poniendo de manifiesto las carencias y miserias con la que estamos gestionando, en general, a nuestros mayores en España?. Sepan ustedes que el segundo país en longevidad del mundo,vive de espaldas a nuestros ancianos, y que tenemos un déficit asistencial hacia nuestros mayores y personas con dependencias muy severas que raya la responsabilidad penal. Y usted lo sabe. Huy, perdón quizás no lo sepa porque son competencia de las CCAA y, claro, no tiene ni la más remota idea.

Y no, no es que queramos otro modelo diferente al que tenemos, lo que queremos es que se ejerza bien aquello por lo que tanto se peleó y que el poder del Estado no se debilite por muy autonómico o federal que sea el país. Hay que pensar muy bien qué recursos se transfieren a las CCAA.

Los políticos actuales solo han vivido época de abundancia y se escudan detrás de la  “legitimidad de la política” para hacer lo que más les interesa a ellos. Y si, es posible que sea legal pero desde luego ni es ético ni cumple  con ninguna de las virtudes cardinales (Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza). Su credibilidad está bajo mínimos y sin confianza no existe la democracia.Estoy de acuerdo con lo que alguna vez ha escrito nuestra filosofa Adela Cortina y creo que un gran número de personas (no se si la mayoría, pienso que sí) estamos cansados ya de asistir al espectáculo de las descalificaciones mutuas, los pactos en pro del puro número, el juego de los sillones, las declaraciones panfletarias o insustanciales. ¿Pero es esto la democracia? ¿Es para esto para lo que sirve?

Cuando el estamento gubernamentales se ocupa mucho de controlar medios de comunicación (silenciando los que no son del “régimen”), a vilipendiar los que no piensan como ellos y a gobernar solo para sus seguidores y sus intereses, su forma de actuar se acerca bastante a una dictadura, aunque le quieran poner la piel de la democracia encima.

Y no, no son comentarios de la Derecha rancia y reaccionaria como estoy seguro que calificarían este escrito si lo llegaran a leer, sino de alguien que quiere de verdad mejorar la calidad de nuestra democracia y el bienestar de nuestros ciudadanos.

Soy consciente de que el Sr. Sánchez ni ningún miembro de su incompetente gobierno lo ha traído, pero lo que si ha hecho es lo mismo que hizo su amigo Zapatero, negar la realidad en las primeras instancias y ser negligente y trilero en sus primeras actuaciones.

Ahora es el momento de apretar las nalgas y aguantar, pero ya anticipo desde aquí que me sumaré a cualquier iniciativa que persiga las posibles responsabilidades criminales de este gobierno por su gestión con la pandemia.

Y por último y ya acabo, que va siendo hora. Ayer por la tarde escuchaba a D. Ángel Exposito en una entrevista que hacía (no recuerdo el nombre), en la que el profesional se preguntaba con extrañeza: Pero entonces,… “¿cuál es el grado real de coordinación entre el estado y las Comunidades Autónomas…?. Pues figúrese, Sr. Expósito.

José García Cortés

2 comentarios sobre “Un caldo de cultivo

  1. Abundando algo más, y seguramente como consecuencia de todo lo leído en este artículo, la verdadera y trágica criminalidad que se esta produciendo en estos momentos es decidir quién debe morir o vivir, tan solo por pertenecer a una CC.AA, concretamente Madrid. El poder es peligroso, pero jugar a ser Dios es inaceptable

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  2. Pepe, te veo muy «bravo”. Creo que hay puntos de gran interés en tu texto, y reflexiones que van mucho más allá de la crisis que padecemos. Esto da para una larga conversación cuando superemos la pandemia, y de “torro” nada. Mucho realismo Un abrazo Gonzalo

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